Un masivo y sentido recibimiento tuvo el cadáver del arzobispo emérito de Cuenca, Luis Alberto Luna Tobar, a su llegada a la Catedral de la Inmaculada Concepción de la capital azuaya. Miles de personas se dieron cita la tarde del miércoles 8 de febrero.
El templo estuvo prácticamente lleno, pero la mayoría se ubicó en el parque Calderón. Desde allí, homenajeó a Luna Tobar con aplausos, lanzamiento de rosas y globos blancos. También, hubo oraciones y lágrimas.
Luis Sigüenza, de 77 años, llegó desde la parroquia rural de Ricaurte con su esposa e hija. “Era el sacerdote amigo, pastor de los pobres y muy solidario. Con él me confesaba y comulgaba, y casi siempre asistía a su eucaristía de los domingos. Es una pena que su voz se haya apagado para siempre”, se lamentó.
Los restos mortales de Luna Tobar llegaron a las 15:23 del miércoles 8 al aeropuerto Mariscal La Mar, en un avión de las Fuerza Aérea. Fue recibido por un grupo de sacerdotes de la Arquidiócesis y de la Orden de los Carmelitas a la que perteneció Luna Tobar.
También, estuvo el obispo de Loja, Alfredo Espinosa, el alcalde de Cuenca, Marcelo Cabrera y el excampeón olímpico Jefferson Pérez, quien fue su amigo.
El féretro fue colocado en un altar adornado con cinco ramos de flores blancas, que fue ubicado en la pista del aeropuerto La Mar. Allí los sacerdotes ofrecieron una oración por el eterno descanso. Posteriormente, el Ejército le rindió un homenaje.
La Banda de la Policía dio un ambiente solemne al cortejo fúnebre, que recorrió las avenidas España y Huayna Cápac y, finalmente, la calle Bolívar. El féretro fue trasladado en un vehículo del Cuerpo de Bomberos de la capital azuaya.
Allí, también estuvo el actual arzobispo Marco Pérez Caicedo. Este automotor fue escoltado por la Guardia Ciudadana. Cientos de personas se ubicaron en las aceras para presenciar el recorrido.
Cuando el cortejo llegó a la sede de la Curia, que funciona en la antigua casa del Hermano Miguel, el féretro fue cargado por un grupo de sacerdotes de la Diócesis. Ellos lo llevaron hasta la Catedral de la Inmaculada, ubicada a una cuadra de distancia.
Una vez en el interior del templo se realizó una misa presidida por el arzobispo, Marco Pérez. En su sermón dijo que “él (Luna Tobar) fue un pastor entregado al trabajo, a la justicia, al amor, a la solidaridad y la unión. Hoy está cosechando lo que sembró”.
El deseo del monseñor Luna, quien falleció el martes pasado en Quito, fue ser enterrado en Cuenca, ciudad a la cual sirvió desde 1981 cuando fue nombrado arzobispo.
Sus restos serán velados en la Catedral de la Inmaculada Concepción hasta el viernes 10 de febrero. Para hoy se prevé misas cada dos horas y que los fieles puedan acercarse al féretro.
A las 08:00 de mañana se realizará una eucaristía y una hora después empezarán los homenajes de las autoridades. Para las 12:00 está prevista la última ceremonia eucarística, que estará a cargo del nuncio apostólico, Giacomo Ottonello Pastorino.
Luego, el cuerpo de Luna será trasladado a la cripta de la Catedral. El acceso será restringido porque ese lugar tiene capacidad para menos de 500 personas, dijo el canciller de la Curia, Rigoberto Jara.
Los restos descansarán detrás del altar mayor de la capilla de la cripta. Allí, el escultor azuayo César Uday ajusta los detalles de la bóveda junto con cuatro albañiles. En la parte superior de la tumba se ubicará un medallón elaborado en lienzo y resina, cubierto con mármol.
La despedida en Quito
Dirigentes sociales despidieron ayer a Luna Tobar, en la misa que se realizó en la iglesia de Santa Teresita, ubicada en el centro norte de Quito. Allí él fue párroco por 22 años.
La ceremonia comenzó con la procesión encabezada por el cardenal Raúl Vela Chiriboga, junto con los arzobispos de Quito y Cuenca, Fausto Trávez y Marcos Pérez, así como otros sacerdotes. Más de cien personas que se encontraban en la iglesia los miraban atentamente mientras caminaban.
Entre ellos, Elsie Monge, directora de la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos; el catedrático universitario Alberto Acosta, y el dirigente indígena Humberto Cholango, entre otros.
La asambleísta de Pachakutik, Lourdes Tibán, fue una de las primeras en llegar. Recordó que admira a Luna desde la época en la que ella era catequista, entre 1987 y 1996.
Luego cuando él se unió a la lucha de la Conaie. “Queda su legado social, él fue más allá de la religión y ayudó a la gente que necesitaba. Fomentó la solidaridad, la reciprocidad y el trabajo colectivo”.
Mientras se desarrollaba la misa, el coro de la Arquidiócesis de Quito entonaba alabanzas al Señor. En su intervención, Vela manifestó que el fallecido siempre se caracterizó por ser alegre.
Destacó que Dios le dio la virtud de acoger a la gente sin distinción.
También, estuvo el artista Carlos Michelena, quien acompañó a Luna durante las manifestaciones de los damnificados de la tragedia de La Josefina, ocurrida en 1993, en Azuay. Contó que no llegaba la ayuda para los afectados y “tocó salir junto a la gente humilde, con monseñor la cabeza para reclamar la atención”.
El sacerdote Hernán Astudillo dijo que Luna fue su “padre espiritual” por siete años en el seminario de la Diócesis de Cuenca. Añadió que le inculcó valores y así fortaleció su espíritu de ayuda social.
Por eso, Astudillo es uno de los precursores del proyecto Caravana de la Esperanza con el que ayuda a migrantes en Canadá y A. Latina. “Fue un hombre que visitó al preso en la cárcel”. También, estuvo allí la dirigente social Isabel Robalino, de 99 años, quien recordó al fallecido como una persona muy comprometida con las personas de escasos recursos.