Quizá no haya persona de Quito o de otras ciudades del país que, en su ruta al norte (o de regreso) no haya pasado por Guayllabamba y se haya detenido allí. Es que nada mejor que ir Gastando Suela en Guayllabamba para disfrutar de su clima, de la bondad de su gente o de sus chirimoyas, aguacates y, cómo no, su locro y su yahuarlocro.
La gastronomía de Guayllabamba es uno de los fuertes. En la foto, un hombre compra empanadas de dulce de zambo, que se venden desde hace 60 años y que prepara Yolanda Cadena con fuego de leña. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
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Guayllabamba, ideal para el locro, la chirimoya y el aguacate
La plaza central de Guayllabamba tiene una vida comercial dinámica vista desde el dron. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
Esta parroquia rural está a 25 kilómetros de distancia de Quito. El viaje no toma más de 30 minutos en automóvil y unos 45 en bus. Por eso, no hay pretexto para no disfrutar de su clima y la calidez de su gente.
Desde tiempos prehispánicos, fue el paso obligado para ir al norte o volver con productos. De eso se dieron cuenta bien sus pobladores, que no conoces el frío ni los calores extremos. Y quizá eso explique el que sea un poblado con muchas tradiciones, que van desde las leyendas, al desarrollo del fútbol,
Y de eso se dieron cuenta bien los residentes de esta zona agrícola cuyo clima es bondadoso: no hay fríos ni calores extremos. Por eso, se siente en esta parroquia quiteña una suma de tradiciones que se remontan a más de 60 o 70 años. Así, Guayllabamba es un lugar ideal para hacer turismo, disfrutar del clima que ofrece, comer sus locros y regresar a casa con unas chirimoyas y aguacates.
Tras la huella de la chirimoya y el aguacate
El aguacate nacional de Guayllabamba, uno de los emblemas de esta parroquia de Quito. Foto: Pía Andrade / EL COMERCIO
Estas dos frutas son los emblemáticos de Guayllabamba. Por su calle principal se los ve a la vera del camino, en donde las señoras las ofrecen con un buen sentido del humor. “Dicen que al hombre que no le gusta la chirimoya no le gustan las mujeres”, dice Alicia Quisilema. Ella se ríe de sí misma: “Diga que vengan a comprar sus chirimoyas donde Alicia, en el país de las maravillas”, añade.
Sin embargo, toda esa parte divertida tiene detrás su arduo trabajo en el campo. Eloy Suasnavas nos invita a pasar a su finca en donde crecen las chirimoyas, los aguacates y los cítricos. Con más de 80 años, recuerda el tiempo en que los del Ministerio de Agricultura, en Santo Domingo de los Colorados (hoy Santo Domingo de los Tsáchilas).
“Me fui para ayudar a mis abuelitos que estaban bien viejitos. Me pagaban 400 sucres que era un montón. 300 les daba a mis abuelitos y 100 me quedaba yo”, recuerda don Eloy.
Allí aprendió el conocimiento del injerto y que ahora aplica en sus cultivos de aguacate. De hecho, muchos lo consideran uno de los mejores en ese arte en Guayllabamba. Y don Eloy es la muestra de la generosidad de la gente del campo. Hasta tuvo toda la paciencia para enseñar a este periodista a doblar la hoja del aguacate y hacer música, con Elicio Medrano.
Este es el compositor de la canción ‘Recuerdos de Serenata’. Y su grupo Inrakí Guayllabamba Canta la integran Francisco Pavón, Renán Boada y Fausto Mosquera.
Además, don Eloy cuenta que a la chirimoya hay que “arroparla” (no envolverla) con papel periódico. Para ellos, a esta fruta hay que comerla primero partiendo con las manos y luego irlo chupando. “Así comemos los guayllabambeños”, dice Yolanda Cadena, quien vende empanadas con dulce de zambo. Aunque conceden la posibilidad de comerla con la mano.
El locro es el plato sinónimo de Guayllabamba
Jorge Almache y su hija Marieliza mantienen la tradición del locro que heredaron de su madre y abuela, quien nació en Riobamba. Ahora es la marca de Guayllabamba. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
Es inevitable, en Guayllabamba, no comer un locro. Y para eso, también hay que ir a restaurantes clásicos es El Riobambeñito, de Jorge Almache. Él es un pionero del fisiculturismo en el país con su hermano Hugo. En su restaurante, hay fotos de ambos levantando pesas caseras, hechas con cemento y ayudados por un albañil.
De hecho, les decían “los fuertes de Guayllabamba” y la hija de Jorge, Marieliza, cuenta que los niños pedían dos o tres platos de locro para ser fuertes como él.
La fama de este locro tiene origen en la condición de paso obligatorio de Guayllabamba hacia el norte. En el restaurante paraban los transportistas para comer esta sopa que preparaba su madre desde la década de los 50. Y hay una verdad incuestionable: donde se detenga un chofer a comer, ese lugar será siempre bueno. Por eso, los tres restaurantes que tienen los hijos, siguen siendo una marca registrada de Guayllabamba.
En Guayllabamba se prepara el verdadero yahuarlocro
Lucía Alvear y Marcelino Fuentes ofrecen la receta del verdadero Yahuarlocro. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO.
¿Cuál es el verdadero yahuarlocro? Pues la respuesta es fácil: las tripas tienen que ser de borrego. Y eso precisamente se tiene en el restaurante Marujita, de Lucía Alvear y Marcelino Fuentes. Esta pareja vivía en Quito, pero decidió volver a Guayllabamba para seguir con la tradición que heredaron de la mamá de Lucía y cuyo nombre era Maruja.
Está en el local de la vía principal del pueblo y es uno de los puntos que se llena los fines de semana. De hecho, hace 60 años la madre fue la pionera del yahuarlocro en Guayllabamba. De hecho, la familia vino a Guayllabamba desde Cayambe, porque el padre de Lucía era veterinario y trabajó en una hacienda.
Hace 60 años, la empresa Inca llegó a Guayllabamba y como Marujita vivía enfrente, le preguntaron si no les gustaría prepararles la comida. Ella dijo que sí. Así comenzó con la comida típica, entre la que destacó esta sopa, que tiene un sabor fuerte y encantador.
Guayllabamba, un lugar para siempre estar gastando suela cerca de Quito
Guayllabamba encierra varias historias. Está cargada de tradiciones y leyendas. Y el deporte fue un factor vital para esta parroquia que la creó Gabriel García Moreno, en 1868. En 1917, pasó a formar parte de Cayambe.
Sin embargo, en un partido de fútbol en 1945, cuenta Sindulfo Espinosa, exdirigente del equipo Caupolicán (el mejor equipo de la parroquia, con ocho títulos del Campeón de Campeones parroquiales de Quito, hubo un conflicto. Y en Guayllabamba comenzó a haber un movimiento “independendista”, dice. Pero en realidad, la idea era volver a formar parte Quito. Así lo lograron en 1947, cuando volvió a formar parte de la capital de la República, pero nunca dejó de ser el paso obligado para pasarla bien.
Sindulfo Espinosa es un hombre que conoce las tradiciones y leyendas de Guayllabamba. Foto: Pía Andrade / EL COMERCIO