Los vigoréxicos aumentan considerablemente la cantidad de proteína y carbohidratos y eliminan las grasas de su dieta. Foto: Patricio Terán/EL COMERCIO
Hombres y mujeres son vanidosos por naturaleza. Se observan una y otra vez en el espejo antes de salir de casa y con frecuencia realizan algún deporte para mejorar su apariencia física.
Esas actividades forman parte de la cotidianidad de la gente, sin embargo, una fijación por el ejercicio podría desencadenar en la vigorexia, un trastorno a nivel emocional que se caracteriza por la preocupación obsesiva del aspecto físico y una distorsión del esquema corporal. Se la conoce también como una anorexia inversa o dismortofobia.
¿Cómo detectar a un vigoréxico? Esas personas suman horas cuestionándose sobre su físico frente al espejo, hacen ejercicio en exceso y aun cuando están fuertes y musculosos se ven flacos.
Para que los músculos crezcan consumen grandes cantidades de carbohidratos y proteínas y eliminan la grasa. Y como eso no les basta acuden a los suplementos, hormonas, anabólicos… Nunca están satisfechos con su físico. Siempre quieren más.
Una de las hormonas más consumidas es la del crecimiento. “Crece la masa muscular pero también pueden aumentar de tamaño órganos vitales como el corazón y eso es malo”, cuenta la nutricionista Andrea Borja.
Otra de las consecuencias de ingerir ese tipo de productos es que pueden sufrir disfunción eréctil e incluso infertilidad. El trastorno también produce ansiedad, irritabilidad y depresión.
Al consultorio de la doctora Borja acude un grupo de padres de familia con sus hijos en busca de una guía nutricional. Los jóvenes entre 15 y 17 años están empeñados en lograr un cuerpo musculoso y han eliminado de su dieta alimentos importantes para el funcionamiento del organismo. Los padres están preocupados.
Las grasas, según Sara Mafla, nutricionista, mantienen el calor corporal, ayudan a procesar vitaminas como la A… Dejarlas fuera podría generar desmayos, dolores de cabeza, irritabilidad.
La especialista recomienda consumirlas con moderación y recuerda que entre el 15 y 30% de la dieta corresponde a la ingesta de grasas.
Después de los diálogos que ha tenido con los padres y con los adolescentes, Borja sospecha que sus pacientes tienen vigorexia.
En el país no existe una cifra de personas afectadas por este trastorno, tampoco la hay a nivel mundial. En Estados Unidos, un estudio reveló que de alrededor de 9 millones de hombres que acuden al gimnasio 900 000 padecen vigorexia, es decir, el 10%.
Una de las causas para que la enfermedad no se visibilice es que afecta, en su mayoría, a los hombres y “ellos difícilmente aceptan que tienen un problema porque confunden su fijación con el ejercicio con salud”, cuenta la nutricionista Mafla.
Entrenadores personales recomiendan un entrenamiento de entre 45 y 90 minutos. Sumar más tiempo bajo las pesa supone un riesgo para la salud. Hay fatiga, dolores musculares, lesiones…
“Hay jóvenes a los que le dices: eso es todo por hoy y siguen entrenándose”, asegura Jairo Cárdenas. Las personas que tienen vigorexia se caracterizan también por entrenarse a pesar de sentir dolor.
Según la psicóloga clínica Fernanda Bermúdez, este y otros trastornos aparecen por la falta de autoestima y por la influencia de los medios de comunicación, entre ellos las redes sociales. “La gente quiere verse como algún famoso y a veces eso no es posible. Ahí se producen los problemas”
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Ella aconseja visitar a un médico general para que él direccione a su paciente. Asegura que en caso de vigorexia se requiere de un equipo de especialistas multidisciplinario: psicólogo, nutricionistas… En algunos casos es necesaria la intervención de un psiquiatra.
Este último receta la medicación para combatir la depresión. El psicólogo implementa una terapia de tipo conductual para ayudarlo a aceptarse.