Una canción de Maiguashca en el amanecer quiteño

Parte de la percusión utilizada en el concierto fue construida por Gabriel Maiguashca. Fotos: Patricio Terán / EL COMERCIO

Parte de la percusión utilizada en el concierto fue construida por Gabriel Maiguashca. Fotos: Patricio Terán / EL COMERCIO

La música académica contemporánea requiere, muchas veces, códigos ajenos a los propuestos en la tradición. John Cage ya realizaba esto cuando en 4'33'' proponía una partitura muda que requería de un gran cuerpo orquestal. Lo mismo hizo Philip Glass con Einstein on the beach, su ópera de aproximadamente cinco horas en la que el público podía salir libremente de la sala y volver a su gusto. Un ejercicio similar propuso durante el amanecer de ayer el compositor ecuatoriano Mesías Maiguashca a los habitantes de Quito.

La canción de la Tierra es la más reciente partitura escrita por Maiguashca y cuyo estreno fue en el inicio del Solsticio de verano, este viernes 21 de junio. El concierto se realizó en el Palacio de Cristal del Centro Cultural Itchimbía bajo la dirección de Jorge Oviedo, quien estuvo al frente de la Orquesta de Instrumentos Andinos, la Banda Sinfónica Metropolitana de Quito y el Coro Mixto Ciudad de Quito.

Más de 400 personas fueron testigos de la primerísima vez en que esta pieza dejaba de ser el sueño de un compositor para convertirse en la fuerza vital de un cuerpo orquestal en el que participaron aproximadamente 80 personas, cifra proporcionada por Oviedo.

Llegar a mirar el amanecer desde esta loma, sitio sagrado para quienes habitaron Quito antes de su fundación española,y escuchar esta pieza, también sacra a criterio de su compositor, fue toda un experiencia enriquecedora para muchos de los asistentes. La maestría de Mesías Maiguascha logró sintetizar en una hora de concierto todos aquellos sonidos que forman parte del paisaje andino. La Canción del Ser, titulada en referencia a la escultura de Gabriel Maiguashca cuyos movimientos emitían sonidos, dio la pauta para que el público se silencie para dar paso a la música. En el transcurso de la interpretación, la gente podía desplazarse por todo el lugar, lo que suponía que el espectador debía encontrar su propio espacio desde el cual disfrutar de la creación del ecuatoriano. Para varios quiteños, reconocerse en esta obra resultó fácil debido a la introducción de expresiones típicas que se escuchan en diversas partes de la ciudad ("ras ras, chis pun"; "¡A Quito!"; "¡Naranjas!").

Para una parte del público, y como es recurrente en la música contemporánea, la obra de Maiguashca supuso una labor mental de alta complejidad. Entender los silencios y escuchar notas extremadamente agudas no es algo fácil. Pero esto no consistió en un manejo inadecuado del lenguaje musical. Para músicos como Gustavo Lovato, por ejemplo, con esta obra Maiguashca vuelve a dejar por sentado su pericia en materia de composición.

Al final del concierto, y con el Sol iluminando el interior del Palacio de Cristal, Maiguashca afirmó que el ambiente en que se desarrolló todo le permitió experimentar con agrado la puesta en escena de su ofrenda al Inti.

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