Las tortugas gigantes de Galápagos se han convertido en centinelas de una investigación que levanta alertas sobre las relaciones humano-hábitat en el archipiélago.
Un grupo de investigadores de la Fundación Charles Darwin (FCD), el Zoológico de Saint Louis, el Centro de Investigación en Sanidad Animal, la Universidad Complutense y la Universidad Europea de Madrid, en conjunto con técnicos de la Dirección del Parque Nacional Galápagos (DPNG), descubrió que en las heces de estos animales hay presencia de bacterias con genes resistentes a los antibióticos, un fenómeno que cada vez es más frecuente y potencialmente dañino en los entornos silvestres.
Desde hace casi una década, la resistencia a los antibióticos es en una preocupación para la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El uso no controlado de estos fármacos no solo está presente en los tratamientos con humanos, quienes desarrollan enfermedades con bacterias que cada vez se adaptan con mayor facilidad a estos medicamentos, generando resistencia a los mismos. En la ganadería y la agricultura también se usan esos componentes, los cuales llegan a la cadena alimentaria humana y, como demuestra la investigación en Galápagos, también a las especies silvestres.
Ainoa Nieto Claudín, primera autora de este trabajo e investigadora de la FCD, explica que la resistencia a los antibióticos es un tipo de contaminación al medioambiente que se ha expandido a escala global y de manera muy silenciosa. En el caso de Galápagos, las posibles razones de este escenario incluyen una mala gestión de los desechos, uso inadecuado de fármacos, la ganadería, un mal sistema de saneamiento, entre otros factores locales.
La investigación se desarrolló en dos zonas para determinar si la actividad humana influye o no en esta problemática. Una era Santa Cruz, una localidad con una población con varias actividades con impacto en el medioambiente. La otra era en los alrededores del volcán Alcedo, en la isla Isabela, donde la interacción con personas es inexistente.
Para esta investigación se analizaron muestras fecales de 270 tortugas, tras la pista de bacterias resistentes a ocho clases de antibióticos.
En ambos escenarios hubo bacterias resistentes, pero su presencia fue mayor en las muestras de tortugas que tenían más exposición a asentamientos humanos.
Detrás de esta investigación hay una problemática que ya ha sido expuesta por la comunidad científica. En el 2019, un estudio del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias de Cataluña, la Universidad Autónoma de Barcelona y el Centro de Fauna Salvaje de Torreferrussa demostró la presencia de bacterias resistentes a antibióticos en 307 animales silvestres en tierras catalanas.
El aumento del número de casos en ambientes naturales es un riesgo por doble partida. Por una parte, varios de estos animales, como es el caso de las tortugas en Galápagos, tienen patrones migratorios que las obligan a desplazarse por varios sitios, con lo cual dispersan esas bacterias resistentes y las introducen en la cadena alimenticia local.
Por otro lado, las personas, los ganados y los cultivos pueden desarrollar patologías difíciles de tratar si los animales introducen estas superbacterias. De hecho, en la actualidad, según la OMS, unos 700 000 humanos mueren por infecciones resistentes
a antimicrobianos.