Un consultorio frío. Un médico con mandil blanco. Aparatos metálicos para la rehabilitación. La terapia física sale de lo tradicional en el centro que la Prefectura del Guayas instaló hace dos años junto al km 10,5 de la vía La Puntilla-Samborondón. Y salió al campo.
En un área apartada, dejando atrás las elegantes urbanizaciones y entrando en medio de verdes arrozales, 650 niños, adolescentes y adultos con discapacidades físicas o mentales encuentran un alivio para sus dolencias. Y con una metodología diferente.
Agua fresca, tierra de sembrado, música sanadora… estas son las otras alternativas según el director del centro, Mauricio Barcos. “Hay muchos casos de parálisis cerebral infantil, síndrome de Down y autismo que han dado cambios asombrosos al mejorar su movilidad y su conducta con estas terapias“.
Gislaine, por ejemplo, le perdió el miedo al agua. Cada jueves, su abuela Doris Gallegos la equipa con un traje de baño rojo. Ella también lleva el suyo.
En la piscina, con la ayuda de un par de boyas, la abuela sigue las instrucciones de los terapeutas Wilfrido Vásquez y Elena Herrera. Ambos la animan para que aletee con sus pies hasta alcanzar el balón de hule que flotaba plácidamente en el otro extremo.
“Es hidroterapia”, dice Vásquez. El agua, a temperatura de entre 34 y 36°, mejora la movilidad, disminuye la espasticidad o rigidez y aporta a la flexibilidad articular.
Doris lo confirma. Por complicaciones en el parto su nieta sufrió un derrame cerebral de grado 4. “Antes no podía ni sentarse, estaba inmóvil. Ahora está más relajada”, cuenta mientras la pequeña esboza una inocente sonrisa al sentir las gotitas de agua en su rostro.
El sutil eco de un teclado dirige la atención a lo que parece una sencilla casa prefabricada, junto a la piscina. Es, en realidad, una minicabina de grabación, acoplada para musicaterapia. Tambores, panderos, maracas… “La música tiene algo que no se explica con palabras. Es creatividad. Según el estado de ánimo del niño creamos música: si está triste, si está agresivo… La música entiende al niño y luego lo saca a otros estados”, dice Aldo Farfán.
Por las mañanas, este percusionista del grupo La Humilde Orquesta -también ha acompañado a Héctor Napolitano-, deja a un lado las congas. El miércoles, con una cálida canción, se acercó sin recelo a Marjorie, a Nubraska, a Rosita… Todas se refugian en los brazos de sus madres; todas ellas padecen parálisis cerebral infantil.
Desde afuera se cuela un tenue barullo del ‘Gangnan sytle’, que mueve en una sesión de baileterapia a Jorge Amaya, un locuaz jovencito con Down. Pero adentro hay un ambiente conmovedor.
Entre los acordes de piano de Enrique Romero, otro de los terapeutas, y un tambor que simula el sonido del mar, María Rosa Yupa balanceaba en sus brazos a Rosita. Tiene 8 años pero parece un bebé. “Era bien recogida, ahora cuando oye la música y siente mi respiración mueve su cuerpo. Es un milagro”, cuenta la humilde mujer.
La musicaterapia es integral. Farfán explica que abarca desde el área emocional y social, porque ayuda a la integración y a mejorar la conducta; pasa por lo cognitivo, al estimular la atención, la memoria; y también agudiza los sentidos.
Al abrir la puerta de la cabina, el olor a tierra húmeda guía hacia otra terapia, en un pequeño huerto orgánico. Tomate, cebollín, yerbaluisa, cilantro, rúcula… Adolescentes como Kenya -tiene síndrome de Down- los sembraron.
María Laura Román es la terapeuta del área de horticultura. No usa un mandil; lleva un delantal verde y un amplio sombrero tejido.
“Aquí practicamos motricidad fina, gruesa y se acostumbran a seguir consignas. Esto les ayudará mucho en la parte laboral. Además, es increíble ver que se eleva su autoestima cuando ven el producto de su trabajo”, dice Jara.
Los chicos se encargan de todo el proceso, desde elaborar la base de caña, preparar y remover la tierra de sembrado, colocar la semilla, regarla y cosechar los productos. El rastrillo, la pala y la tierra son sus herramientas de tratamiento.
Por ahí también pasaron Santiago, Rubén y Félix. Rubén Cirino acaba de cumplir 21 años y mide 98 centímetros. Él tiene acondroplasia, una patología que deforma sus huesos y frenó su crecimiento.
Su enfermedad fue una barrera para conseguir empleo. Pero hace un mes, a través de un convenio laboral firmado por el centro, es ayudante de mesero en una parrillada de Guayaquil. “Esta es la segunda oportunidad que me da el centro. La primera fue la terapia; la segunda, tener independencia”.
Tratamiento integral
22 especialistas dan las terapias a niños y adolescentes. Psicopedagogos, terapeutas físicos, músicos, educadores especiales son parte del equipo. El tratamiento es gratuito.
Las terapias se complementas con otras de lenguaje, física, ocupacional y estimulación temprana. La creación del centro fue iniciativa del prefecto del Guayas, Jimmy Jairala.
En Guayas, según datos de la Misión Manuela Espejo, hay 29 524 casos de personas con discapacidad. El centro de la Prefectura recibe, en su mayoría, a pacientes de los cantones Milagro, El Triunfo, Salitre y Yaguachi. Este miércoles hubo una casa abierta.