30 tejedoras azuayas de paja toquilla diversifican su oferta

La Asociación Tesoros del Inca, que funciona desde hace 20 años, tiene una galería en el centro de Chordeleg. Foto: Lineida Castillo/ EL COMERCIO.

La Asociación Tesoros del Inca, que funciona desde hace 20 años, tiene una galería en el centro de Chordeleg. Foto: Lineida Castillo/ EL COMERCIO.

La Asociación Tesoros del Inca, que funciona desde hace 20 años, tiene una galería en el centro de Chordeleg. Foto: Lineida Castillo/ EL COMERCIO.

Las 30 socias de la Asociación Tesoros del Inca del cantón azuayo de Chordeleg diversificaron sus creaciones en paja toquilla. Además del tejido del sombrero incursionaron en una amplia línea de accesorios, adornos para el hogar y objetos utilitarios.

Esta agrupación fue creada hace 20 años con campesinas de Chordeleg y de la vecina parroquia de San Juan, cantón Gualaceo, territorios donde casi todas las familias viven del tejido de la paja toquilla. Se unieron para enfrentar en ese entonces la crisis económica y la migración de las familias a Estados Unidos.

“El año 2000 fue difícil porque con el cambio de la moneda el sombrero pasó a costar entre USD 0,50 y 1,50”, recordó la presidenta Julia Peláez. Además, era el único artículo que elaboraban los tejedores de Azuay y Cañar para la venta nacional y de exportación, y había sobreproducción.

Por eso decidieron crear nuevos productos, que fueran atractivos y versátiles. De allí surgió la línea de los implementos de cocina como paneras, individuales, servilleteros, campanas, entre otros.

En el rubro de implementos escolares producen portalápices y basureros. En adornos hay pesebres, joyeros y apliques decorativos.

“Ha sido un trabajo de habilidad, tiempo, dedicación y perseverancia”, comentó la artesana Zoila Salazar, de la parroquia Puzhío. Para cumplir el objetivo de diversificar, ellas asistieron a talleres y capacitaciones de instituciones públicas como el Ministerio de Industrias y Productividad y el Municipio de Chordeleg.

Los colores y las puntadas son importantes para la elaboración de cualquier objeto y son determinantes para fijar los precios en función de la calidad. Por ejemplo, un juego de seis servilleteros de colores vivos cuesta USD 30 y se les garantiza un promedio de dos años de vida útil.

Los productos de Rosa Tama, de la parroquia San Juan, se caracterizan por su estilo y sus colores. Ella utiliza la amplia gama cromática en sus paneras para que sus clientes elijan los colores que mejor les combina con las decoraciones de su hogar.

Las uñas largas de los dedos pulgares de Tama parecen estar afilados cuando rasga -casi con precisión- las hojas secas de la paja toquilla y la transforma en hilos. No usa tijeras. Esos hilos de la fibra natural son la materia prima con la que crea sus llamativas obras.

“Así rescatamos el patrimonio inmaterial de los tejidos y hacemos conocer que en Chordeleg estamos los mejores artesanos del país”, señaló su compañera Betty Nivicela. Ella aprendió a tejer por empeño de sus padres y abuelos. Ahora tiene 40 años y es capaz de crear cualquier objeto que le pidan sus clientes.

Esta artesana tarda cinco días en elaborar un juego de portarretratos sencillos, y hasta una semana en uno más fino y complejo. Lamenta que sus hijos hayan perdido el interés por este arte.

Olga Cárdenas aclaró que todo es manual y que en cada pieza hay creatividad, autenticidad, calidad y paciencia.

En la actualidad, la Asociación Tesoros del Inca vende sus productos en Francia, a través de Tiendas Camari, que manejan precios justos para los artesanos, dijo Julia Peláez, fundadora y presidenta de la agrupación. Además, trabajan con galerías artesanales de las principales ciudades del país.

En Chordeleg tienen una galería propia con los más variados productos que elaboran. Está ubicado en el centro de esa ciudad.

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