Colorados del Búa, un destino para proteger el ecosistema

Alfonso Aguavil le explica a los voluntarios extranjeros cómo se construyen los techos con paja toquilla. Foto: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO

Alfonso Aguavil le explica a los voluntarios extranjeros cómo se construyen los techos con paja toquilla. Foto: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO

Alfonso Aguavil le explica a los voluntarios extranjeros cómo se construyen los techos con paja toquilla. Foto: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO

Un grupo de jóvenes de Inglaterra, Estados Unidos e Italia visitaron la comuna tsáchila Colorados del Búa, ubicada en Santo Domingo.

Ellos hicieron voluntariado desde el 10 hasta el 17 de enero del 2020. Su labor consistió en sembrar plantas en las fincas y áreas verdes de la comuna que fueron deforestadas.

Alfonso Aguavil, líder del proyecto cultural y comunitario Shino Pi Bolon, señaló que se sembraron unos 100 árboles nativos de la nacionalidad.

Él afirmó que la mayoría de tsáchilas taló los árboles del bosque para hacerlo un pastizal para el ganado o parcelas agrícolas. Incluso, el 10% de la tierra de la comuna fue alquilado para que los mestizos siembren plátano, yuca o cacao.

Desde hace 10 años, 22 familias se unieron y conformaron el centro cultural Shino Pi Bolon. Su objetivo fue la recuperación de 20 hectáreas de bosque nativo, que estaban en peligro por la deforestación.

De este proyecto se enteraron varias fundaciones y organizaciones nacionales e internacionales, como Yanapuma, y decidieron sumarse.

Desde entonces cada año se reciben al menos dos grupos de voluntarios ecuatorianos y extranjeros, que ayudan al tsáchila a reforestar, recuperar los ríos o incluso realizan obras sociales como plantas potabilizadoras de agua o sistemas de alcantarillado.

En esta ocasión, los 10 jóvenes se unieron al proyecto de reforestación, que en los últimos 13 años han sembrado cerca de 80 000 especies de plantas tsáchilas y plantas endémicas de Santo Domingo.

Charlie Welch es uno de los voluntarios estadounidenses. Él es oriundo de Nueva York y contó que se interesó por la cultura tsáchila, luego de conocer el proyecto de reforestación.

A los extranjeros les llamó la atención la construcción de las viviendas tsáchilas y los materiales que se usan para las mismas. Ellos dijeron que en sus países no hay cabañas de paja toquilla, bambú o pambil.

Aguavil se encargó de explicarles el proceso para elaborar los techos de paja toquilla. Eso debido a que ese material estaba secándose en el área comunal de Shino Pi Bolon.

Hace dos semanas, las familias hicieron una minga para reemplazar el techo de las cabañas antes de que el invierno llegue con fuerza a esa comuna, donde viven unas 200 familias tsáchilas.

Aguavil les mostró la paja recién cortada, cuando todavía es verde y de contextura frágil. Los extranjeros no podían creer que ese material era el mismo de los techos en los que se hospedaron por más de cinco días.

El constructor tsáchila les explicó que para que la paja llegue a convertirse en los techos es necesario que se haga un buen trabajo de cortado, secado y entrenzado de este material autóctono.

También les explicó que hay comunas en las que la paja se está extinguiendo porque los tsáchilas utilizaron los árboles, pero no les dieron mantenimiento ni volvieron a sembrar.

Por eso una de las políticas de Shino Pi Bolon es seguir sembrando en las 20 hectáreas de bosque reforestado.

Otra de las sorpresas que se llevaron los voluntarios extranjeros fue el río Shino Pi Bolon, que es uno de los menos contaminados de entre las siete comunas nativas.

Aguavil les contó a los extranjeros que tienen una lucha constante con los moradores, ubicados cerca de la aldea, para que no boten desperdicios en el afluente. Para evitar que este se contamine, los tsáchilas realizan patrullajes y recogen la basura que hay en las orillas. “Es la única forma de evitar que el río se contamine”.

Los voluntarios también realizaron un intercambio cultural con los nativos. Durmieron en tres cabañas rústicas sin televisión y en pequeñas esteras, que son una especie de cama. Durante su estadía se alimentaron de pescado, plátano verde, yuca, arroz, gallina y pollo, los ingredientes básicos de la gastronomía tsáchila.

Ellos también participaron en el lanzamiento de una película, el domingo pasado. La trama de este filme se trata del secuestro de un tsáchila y cómo la comunidad se une para rescatar a su líder, sin utilizar armas ni violencia. Eso debido a que los tsáchilas son un pueblo pacífico.

La voluntaria italiana Parissa Amirian señaló que la cultura tsáchila la sorprendió porque los comuneros son unidos y luchan por alcanzar sus metas.

Amirian aprovechó su estadía para trabajar en su tesis sobre cómo viven los voluntarios fuera de sus países.

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