Un total de 80 niños de la zona rural de Urcuquí, Imbabura, recuperaron a finales de 2020 el derecho a la educación y al acceso a la tecnología gracias a la Red Comunitaria para la Educación. Por la pandemia, ellos no pudieron asistir presencialmente a clases.
Esta iniciativa ganó el mayor reconocimiento de los Premios de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (WSIS Prizes, por sus siglas en inglés) en la categoría Acceso a la información y conocimiento.
El proyecto es liderado por la ingeniera electrónica Ana Gabriela Valdiviezo y el ingeniero electrónico en telecomunicaciones Ramiro Valencia. Ambos son parte de Umayux, una ‘app’ que tiene como misión social el fomento de la inclusión tecnológica, y del Observatorio de la Transformación Digital Ecuador.
El germen fue un estudio, realizado por Valdiviezo y Valencia, sobre mecanismos ágiles, dinámicos y fáciles para eliminar la brecha digital. “La pandemia fue el escenario ideal para aplicar estos métodos, porque cerca de un millón de alumnos del sistema público ecuatoriano dejaron de estudiar por falta de conectividad”, cuenta Valdiviezo.
Los voluntarios de la iniciativa están en Quito e Ibarra. Uno de ellos se puso en contacto con un docente de la Unidad Educativa Eloy Alfaro, de la parroquia de San Blas, Urcuquí. “Nos contó sobre la situación de la Unidad Educativa. San Blas es una zona rural alejada. Hicimos viajes para analizar si el proyecto iba a ser realizable y si no íbamos a crear falsas expectativas”, relata Valencia.
El equipo constató que un 80% de los 500 estudiantes de la Unidad Educativa no tenía acceso a Internet fijo. El docente Diego Jativa contó, en un video testimonial, que antes de la pandemia, la entrega de tareas en la fecha indicada llegaba al 95%. Después, ese porcentaje se redujo al 10% por falta de dispositivos.
Entonces, el equipo de ingenieros empezó el proyecto, que tiene dos ramas: dotar de ‘hardware’ a los estudiantes y construir una red comunitaria que les dé acceso a los recursos educativos. Valdiviezo buscó donaciones de computadoras y otros aparatos tecnológicos para la red, mientras que Valencia, junto a los voluntarios, habilitó los dispositivos, e implementó la conexión.
La red es inalámbrica, abierta y funciona como una intranet. Gracias a antenas, conecta el laboratorio de computación de la Unidad Educativa Eloy Alfaro, donde la Internet era subutilizada, con los hogares de familias de bajos recursos.
Para que los estudiantes tengan acceso, en la institución instalaron un servidor de código abierto llamado Chamilo. Los profesores suben contenido educativo y los chicos lo reciben sin tener Internet. Cuando los profesores dejan la escuela, la Internet se canaliza por la red para que los estudiantes tengan acceso a otro tipo de contenidos por medio de buscadores web.
“Con la plataforma hemos podido llegar a más estudiantes, sobre todo a los que teníamos que visitarles para entregarles los documentos. Estamos en contacto, tenemos un chat, nos envían sus preguntas”, cuenta Játiva. El docente agrega que el cumplimiento de tareas a la fecha indicada entre las familias beneficiadas se recuperó y subió al 90%.
“Nos ha ayudado mucho para hacer deberes, conectarnos a las clases del licenciado Diego. Nos ayudó mucho a los cuatro”, dice Andrea Muenala, beneficiaria del proyecto junto a sus tres hermanos.
La Red Comunitaria para la Educación compitió con unos 10 000 proyectos de todo el mundo en los WSIS Prizes. Esta iniciativa obtuvo el diploma de campeona en su categoría a finales de mayo. Además del reconocimiento, la Unión Internacional de Telecomunicaciones realizará eventos de promoción que permitan dar a conocer a los ganadores y conseguir fondos.
Valdiviezo y Valencia esperan seguir mejorando su propuesta en Urcuquí, pero igualmente buscan que instituciones gubernamentales y privadas se unan para que esta experiencia se replique en otras zonas donde los menores no pueden ejercer su derecho a la educación por falta de conectividad a la red mundial.