Las pizzas de Ananké son un esfuerzo de economía comunitaria

La pizza de Ananké se prepara con ingredientes 100% ecuatorianos y se cocina en un horno de leña. Foto: María Isabel Valarezo/ EL COMERCIO

Ananké es conocida por ser la pizzería de Guápulo, ese pintoresco y acogedor sector de Quito que goza de una vista fenomenal. Su ubicación es a la vez ventaja, por los paisajes que se pueden vislumbrar, y desventaja por la ausencia o suficiencia de parqueaderos.
Basta atravesar la pequeña puerta para darse cuenta que el lugar tiene un target en específico, no resulta ideal para familias, pero si para encuentros con grupos de amigos. La decoración no sigue una línea o concepto, prima lo heterogéneo y en el segundo piso cada espacio tiene su propia temática.
A pocos minutos de su apertura al público se recomienda a quienes lo visitan ocupar las mesas de la segunda planta, mientras se alistan los últimos detalles en la planta baja: que acostumbra a acoger periódicamente conciertos y sesiones de variados géneros musicales.
Optar por una mesa en la terraza, tiene como el mismo restaurante, el beneficio de disfrutar de la vista- el atardecer sobre el valle con el pico del Cayambe de fondo- como el obstáculo de atreverse a soportar el frío quiteño, sin la presencia de un calentador. Es cuestión de elecciones.
Como Ananké es un restaurante, las pizzas compiten, en el menú, con otros platos, como ensaladas, lomo asado, higos con queso- de estilo propio- y hasta infusiones frutales. Las combinaciones de pizza podrían ser arquetípicas de no ser por algunas opciones que se salen del montón. Por mencionar a La Guapuleña (la de la casa) que se prepara con salami ahumado y alcachofa. Este es un ingrediente relativamente novedoso que las pizzerías han ido incorporando de a poco a sus creaciones.
Otra pizza que vale la pena probar con solo leer la fusión de insumos es la de chorizo ambateño con ají, o la de cuatro quesos que reúne los tipos mozzarella, parmesano, andino y tilsit en una sola preparación.
Revisado el menú, la espera se ameniza al ritmo de un amplio repertorio de Red Hot Chilli Peppers. El tiempo se olvida observando las luces que se van encendiendo en la ciudad con la caída del sol, los pequeños autitos que recorren la vía de piedra del barrio. Y de pronto el blanco resplandor de la luna se distingue detrás de una montaña.
La pizza llega un buen tiempo después. Suerte que el paisaje es lo suficientemente sorprendente para mantener enganchado al comensal y hacerle el olvidar el hambre. Llega justo cuando la luna- llena en esa noche- sale de su escondite e ilumina el cielo con potencia.
Un consejo que los futuros visitantes deben seguir, específicamente, quienes decidan sentarse en la terraza, es olvidar la charla y devorar la pizza. Si se espera demasiado, por estar a la intemperie, se enfría fácilmente.
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La Guapuleña fue la elegida para la degustación, aunque se siente la calidad de los ingredientes al saborearlos, el chef Alfredo Salazar mencionó que a su gusto faltó contundencia, es decir mayor cantidad de insumos sobre el queso y la salsa. ¿Y la masa? Para el experto resultó un poco pegajosa, resultado de su humedad (al absorber la pasta de tomate).
Doménica Soto, administrador del local, cuenta que gran parte de los productos que se usan para elaborar la pizza provienen de Guápulo, como una forma de fomentar- y poner en práctica- la economía comunitaria. Los vegetales son de huertos del sector y los embutidos de una empresa asentada en la zona. El resto de insumos se producen en distintos lugares del país, como los quesos que son de Fundación Queseras de Bolívar.
Otro distintivo de Ananké, es su horno de leña. Ese es el secreto, dice Soto, para lograr una cocción formidable, una masa de altura. La administradora del lugar destaca el énfasis que le dan al buen comer. El restaurante alterna su carta con un ambiente relajado, en el que se puede degustar cualquier platillo, incluso la pizza, acompañado de vino o un rico canelazo.
Precios: entre USD 6,50 y USD 14
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