Para quien ha viajado entrar en cualquiera de los locales de Western Bar en Quito tiene un efecto deja vu: lo transporta (mentalmente) a las tabernas (conocidas como ‘saloon’ en el siglo XIX) de carretera que pueblan la ruta 66– la que atraviesa Estados Unidos de oeste a este-. Esa es la idea, hacer honor a los bares típicos del viejo oeste, y por eso el nombre.
Si bien no hay bailarinas ni juegos de póker como en los sitios originales que emula, lo que sí se ofrece es cerveza. Tampoco hay costillas cocinadas a fuego lento o barbacoas (como en el autético viejo oeste norteamericano), pero sí variedades de pizza, como especialidad de la casa.
De manera que Western Bar, como acostumbran muchos otros lugares de la urbe, apuesta por esa simbiótica combinación de pizza y cerveza, complementada por un buen ambiente. Luces atenuadas, música (de los 60, 90, rock clásico, los últimos hits) y entretenimiento, entiéndase que no falta una mesa de billar en ninguna de las sucursales.
Aunque el local, por su cualidad de bar, hace énfasis en licores y bebidas alcohólicas, ha llegado a ser conocido por su pizza. Oswaldo Recalde encargado de la franquicia, cree que el punto a favor de este platillo es su preparación artesanal.
Las pizzas de Western Bar se elaboran de forma artesanal y se ofrecen variedades frutales, vegetarianas y de solo carne. Foto: Galo Paguay/ EL COMERCIO
Desde 1996, año en el que nació la idea de Western Bar, cuenta Recalde se elaboran este tipo de pizzas, que se caracterizan por su masa delgada y por usar aditamentos caseros. Y tal es el caso, ya que la salsa (pasta de tomate) que lleva la preparación la preparan ellos mismos, por decir, no es comprada envasada, se hace- por decir- en casa.
Una peculiaridad que tiene la pizza de Western es su presentación, que a primera vista podría escapársele a cualquiera. En lugar de venir cortada en las típicas porciones triangulares, llega a la mesa de los comensales dividida en forma de pequeños cuadrados que bien pueden comerse con la mano (como si se tratara de delicados bocaditos) o con tenedor y cuchillo.
Esta característica común de algunas pizzerías de paso (de carretera) de Estados Unidos la convierte en una pizza perfecta para compartir entre muchos, para disfrutarla junto con los amigos o familia, entre un vaso de cerveza- o la bebida preferida- y otro.
Para la degustación, nada mejor que la especialidad de la casa, la pizza Western de pepperoni, jamón, pimiento y champiñones. La primera observación de Pablo Cruz, el chef del recorrido culinario, se la llevó la masa: le faltó, a su parecer, un poco (una pizca) de crocantez y de ‘crunch’ y también cantidad de salsa, y por ende jugosidad.
Mientras que es una de las guarniciones la que recibe la venia. Entre todos los vegetales y embutidos, por su sabor penetrante, su textura y grosor, destaca el pepperoni. Pablo no ha visto un embutido del tipo en ningún supermercado, por lo que deduce que debe tratarse de un producto de un proveedor especial.
Además de la pizza que lleva el nombre del bar, Western tiene una segunda especialidad de la casa, que combina pollo, aceitunas negras, salami y otros insumos. También tiene variedades frutales, de pura carne y vegetarianas.
El último comentario se lo llevó el queso, que a la vista tiene una contextura grumosa (con forma de pequeñas bolitas) diferente a lo acostumbrado. En consecuencia el experto intuyó que se trababa de una combinación de queso mozzarella y fresco.
La pizza, antes circular, se va pareciendo más a un rompecabezas incompleto. Las porciones cuadradas pasan de la bandeja a la boca con rapidez. Esto en gran medida por el ají que se sirve para acompañar, espeso, repleto de sabor y en su punto de picante.
Precios: USD 6,25 (mini)- Usd 17,13 (grandes)
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