La pizza tiene su origen en Italia, aunque en la antigüedad los egipcios, romanos y griegos ya utilizaban masas muy parecidas a las empleadas para hacer pizzas, en sus banquetes. Sin embargo, el platillo se popularizó- es decir se volvió de consumo masivo- en Estados Unidos, específicamente en Nueva York.
Esa preparación al estilo de la Gran Manzana es la que se puede degustar en The Pizza Factory, un tímido local ubicado en las inmediaciones de la zona gastronómica que se extiende por la Whimper y la Coruña. Fue recientemente inaugurado ya que anteriormente solo contaba con un ‘cuartel general’ en Tumbaco y servicio a domicilio.
Por su reciente ‘estreno’ el restaurante fue improvisado en lo que antes fue la sala y el comedor de una casa. Las mesas son de madera, hay un par de vinilos decorativos de rascacielos y el ambiente es 100% hogareño. Sencillo al extremo.
La búsqueda de los mejores ingredientes para las pizzas es continúa. Siempre están experimentando con insumos y sabores. Foto: Galo Paguay/ EL COMERCIO
Lo que no es simple, por sus combinaciones exóticas, es el menú. Quien quiera una pizza común y corriente, de jamón y queso, o simplemente de pepperoni puede ir a cualquier otro lugar, bromea Mónica Dousdebes a cargo de la sucursal. Y entre tanta variedad recomienda, porque la fascina, la que combina camarones y pesto artesanal. Probar esta opción es un paso obligado de todo aquel que se identifique como un ‘foodie’.
Las otras alternativas también tienen lo suyo y no se quedan atrás en lo que se refiere a innovación. Por un lado se puede degustar la ‘Blackberry’, de carne de cerdo, queso azul, menta y mora en almíbar; o quizás la ‘Lomo saltado’ que lleva la receta del típico plato peruano al terreno pizzero: lomo salteado con pimientos y cebolla, y con un toque de queso parmesano.
Fernando Lasso, a quien Dousdebes describe como un ‘sommelier’ de pizzas, es la mente a cargo de las creativas mezclas de guarniciones y también el creador de la franquicia. La pizzería (la franquicia) vino directo de Nueva York y ya en Quito se encargó de probar distintos ingredientes hasta dar con las recetas que se exhiben en las cartas.
Esa experimentación es evidente cuando la pizza llega a la mesa, con el primer bocado, destaca el chef Pablo Cruz. Los resultados de los ensayos de insumos son positivos y se reflejan en el gusto que deja la preparación en el paladar.
Los sabores sienten caseros, sin rastros de sazón artificial. La pasta de tomate es 100% natural y también lo son todos los vegetales y embutidos que se emplean. La piña de la variedad Maui (Hawaiana en otros lugares), que acostumbra a ser de conserva en gran parte de las pizzerías, es totalmente natural.
Ya sea que se trate de la ‘Buffallo’, con pollo mechado, pesto, tomates cherry y parmesano, o la ‘New York’– la especialidad de la casa- de carne de res, pepperoni, chorizo, pimiento, aceitunas negras y albahaca, un constante es la calidad de la masa: crocante, bien horneada y esponjosa a la vez, y de grosor idóneo.
Finaliza la degustación, el único inconveniente que hace notar el chef no tiene que ver con el trabajo en la cocina. Se relaciona con el ambiente- y probablemente es efecto de su prematura inserción en el mercado quiteño de comidas. Se puede trabajar en el aspecto del servicio y en el entorno para crear un restaurante al nivel de las grandiosas y creativas opciones de pizza que ofrece.
Precios: USD 12,99 (mediana)- USD 23,99.
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