Chicos de la UTE se concentran en una vereda. La llaman ‘El bulevar’. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
Después de las 20:00, finalizada la jornada de clases, si se pregunta ¿qué van a hacer?, más de un grupo de jóvenes responde “vamos al bulevar” (un tramo de la vereda de la calle Rumipamba).
Ese es el punto de encuentro de los estudiantes de la sede matriz de la Universidad UTE. Ahí -aseguran- pasan sus momentos de diversión.
Jóvenes universitarios, entre 18 y 25 años, optan por sitios aledaños a sus centros de estudios para divertirse. Por eso, aseguran chicos de la UTE, han convertido espacios como ‘el bulevar’ en puntos de concentración. Ahí se juntan también estudiantes del instituto de la Cruz Roja.
“Sabemos que hay ‘la Foch’”, dice Daniel, estudiante de Arquitectura, “pero es peligroso. En lugar de una discoteca preferimos ir a una casa”. La opción siempre es la del compañero que viva solo.
Jennifer, de 20, recibe a sus amigos una vez cada 15 días. “Recogemos una ‘vaca’, compramos algo de tomar, hacemos deberes y conversamos”.
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Mario Unda, sociólogo urbano y docente universitario, dice que existe un problema de relaciones sociales. Las personas no ven bien a los jóvenes en los parques. “Parece un delito que se vea una cerveza o que haya chicos besándose”.
Unda señala que la ciudad tiene un déficit de espacios y momentos para ocio y recreación. Y asegura que ver grupos de jóvenes genera dudas sobre lo que están haciendo. Por naturaleza, dice, los jóvenes buscan sitios para reunirse a hablar o compartir sus potencialidades.
Estudiantes de la Central frecuentan el bar El Cubano, en la Versalles. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
Cuenta, por ejemplo, sobre chicos que se reúnen para rapear y que son perseguidos por “lo que podrían consumir” mientras hacen esta actividad.
Los universitarios también encuentran diversión en compartir la comida y el deporte. Uno de los locales de comida rápida más concurridos de la calle Rumipamba es Don Pepe. El dueño comenta que, mientras comen, conversan.
David, de 25, busca lugares seguros para jugar fútbol, porque lleva su computadora en la mochila. Los viernes, él y sus amigos van a La Carolina.
Según los últimos datos de la Senescyt, del 2018, en Quito se matricularon 169 132 estudiantes, en 21 universidades y escuelas politécnicas.
La Universidad Central es una de las siete universidades públicas de la capital. A esta institución asisten aproximadamente 45 000 estudiantes.
Alrededor de la casona, la mayoría de jóvenes se concentra en bares y restaurantes en los que, además de comida, encuentran cerveza y música.
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Uno de estos sitios es el bar El Cubano. A las 15:00 del pasado lunes, dos parejas bailaban salsa en la pista de este sitio, mientras un par de grupos de jóvenes tomaban cerveza.
En el sitio atiende Miguel. Comenta que unos 15 jóvenes llegan a diario. Pero los miércoles y jueves, desde las 13:00 la cifra se eleva hasta 45.
En la Católica hay preferencias similares. En este mes los jóvenes están de vacaciones, pero al preguntarles cómo se divierten, hablan de bares o restaurantes en la 12 de Octubre o en la Carrión.
En esos sitios juegan 40 o póker, mientras toman cervezas, cuenta Samantha Yánez, estudiante de Derecho.
Más de 20 jóvenes de entre 18 y 29 años consultados en estas universidades y otras admiten que su principal distracción es el consumo de alcohol. Les permite estar cerca de su universidad y gastar poco.
El presupuesto diario para alimentación, transporte o copias de libros de la mayoría de chicos es de USD 5 a 7. En sus momentos de distracción gastan unos USD 4 y muchas veces, todo, comentan.
Para Unda, es legítimo que los jóvenes busquen, no necesariamente algo productivo, sino divertido. El problema -sostiene- es cultural, ya que las actividades no deben entenderse de forma negativa.
De 2,6 millones de quiteños, más de 600 000 tienen entre 18 y 29 años. La población joven está entre 18 y 30. Es el 22% de los habitantes, según el