Erika Macías se embarcó en el oficio portuario y motivó a otras mujeres; ella es la primera operadora de grúa en el Puerto de Posorja

En turnos de seis a ocho horas por día, esta manabita se encarga del embarque y desembarque de contenedores de 20, 40 y 45 pies. Su trabajo empieza cuando los buques llegan al muelle de Posorja, parroquia rural de Guayaquil.  Foto: cortesía  DP World Poso

En turnos de seis a ocho horas por día, esta manabita se encarga del embarque y desembarque de contenedores de 20, 40 y 45 pies. Su trabajo empieza cuando los buques llegan al muelle de Posorja, parroquia rural de Guayaquil. Foto: cortesía DP World Poso

En turnos de seis a ocho horas por día, esta manabita se encarga del embarque y desembarque de contenedores de 20, 40 y 45 pies. Su trabajo empieza cuando los buques llegan al muelle de Posorja, parroquia rural de Guayaquil. Foto: cortesía DP World Posorja.

Para Erika Macías Moreira el cielo es el límite. Y, de hecho, cada día es así.

A casi 50 metros de altura un panorama infinito la acompaña en su jornada en el Puerto de Aguas Profundas operado por DP World en Posorja, parroquia guayaquileña ubicada en la costa oeste de Sudamérica.

Desde la cabina de una gigantesca grúa está atenta a la llegada y salida de los portacontenedores, que se pintan diminutos en un paisaje rodeado por el manglar y el océano. El oficio también le ha regalado magníficas imágenes de juguetones delfines y del trabajo de hormiga de sus compañeros en los muelles.

“He sido una mujer multifacética. Siempre me ha gustado aprender, no quedarme de brazos cruzados. Me enfoqué en la maquinaria pesada porque ese es mi fuerte, es mi pasión”, cuenta con convicción.

Erika es la primera mujer operadora de grúa pórtico, un oficio generalmente desempañado por hombres. Para esta manabita de 36 años, madre de dos hijos, es un orgullo que guarda en silencio y un logro que día a día pone en práctica, con humildad y entrega.

Su trabajo empieza cuando los buques llegan al muelle. En la cabina, rodeada de botones luminosos, perillas y palancas, permanece atenta en su asiento, en una postura inclinada para fijar la mirada en la parte más baja de la bahía y emprender el embarque o desembarque de los contenedores de 20, 40 y 45 pies.

La terminal portuaria de Posorja es la primera del país con capacidad de recibir buques post-panamax. Estas naves colosales pueden movilizar hasta 15 500 TEU (contenedores de 20 pies).

La experiencia de esta operadora de grúa se fue forjando con el apoyo de DP World. Durante un mes y medio estuvo en entrenamiento en el puerto de Santos, el más importante de Brasil. “Fue donde vi estas grúas. Nunca las había visto y pude subirme y operarlas. Fue algo emocionante”.

Erika Macías fue parte del equipo que no dejó de laborar durante los días más críticos de la pandemia de covid-19 en Guayaquil. Ella es la primera operadora de grúa en el Puerto de Aguas Profundas, administrado por DP World en Posorja. Foto: cortesía DP World Posorja.

Los turnos son rotativos. Cuando no está en el puerto disfruta del tiempo junto a su familia.

Esa rutina se vio alterada con la pandemia de covid-19. Los puertos guayaquileños fueron un ejemplo de esfuerzo en medio de la emergencia sanitaria. Nunca dejaron de movilizar la carga, aunque fue el cantón más afectado cuando se introdujo virus, y mantuvieron a flote las exportaciones e importaciones.

“Estoy orgullosa de haber sido parte del progreso de la economía del país. Gracias al puerto Ecuador no se detuvo”, cuenta Erika. Pero no niega que vivió esa época de confinamiento y contagios con desesperación. “Fueron ocho meses en que no pude ver a mi familia, que está lejos. Y el temor en esos momentos de angustia era no volver a verlos más”, recuerda.

Incluso, en algún momento sus hijos le pidieron que dejara el trabajo. “Pero soy una mujer de fe y les decía: esto va a pasar. Gracias a Dios, todo ha salido bien”, dice con esperanza.

Al casco naranja, el uniforme con franjas reflectivas, las botas y los protectores auditivos, la pandemia ha sumado a los protocolos las mascarillas, el uso de alcohol y la sanitización para ingresar al puerto.

Dentro, dice, se siente segura. El apoyo de sus compañeros de equipo le ha dado impulso para abrirse paso en un escenario principalmente ocupado por hombres. “No he sentido discriminación. Mis compañeros han sido uno de los pilares más fuertes de mi carrera. Me han dado la mano, me han motivado, no me han dejado caer”, relata. Hoy, otras mujeres también se han embarcado en esta pesada tarea.

Por eso Erika cree que es posible librarse de la carga del estigma de género. Y lo ha visto, por ejemplo, en sus sobrinas, que son futbolistas. “Hoy la mujer tiene espacio laboral en cualquier campo. Si te gusta, hazlo y cumple tus sueños”, dice con motivación. “El cielo es el límite”.

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