Santo Domingo: Dos bosques son preservados

Aquí se han descubierto al menos 84 especies de plantas y microorganismos.  Fotos: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO

Aquí se han descubierto al menos 84 especies de plantas y microorganismos. Fotos: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO

Aquí se han descubierto al menos 84 especies de plantas y microorganismos. Fotos: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO

La familia Calazacón cuida de dos bosques, ubicados en las comunas Peripa y Chigüilpe. En la primera se han logrado conservar 40 hectáreas de bosque nativo y en la segunda se ha recuperado una hectárea a través del proyecto agroecológico y cultural tsáchila Seke Sonachun (Buen Vivir) .

Budy Calazacón es uno de los defensores de la naturaleza en esas dos comunas. Él afirma que no ha sido fácil conservar estos remanentes porque alrededor de los bosques hay plantaciones agrícolas y potreros para el ganado. Además, en varias ocasiones sus amigos le han aconsejado que en lugar de preservar tale el bosque y siembre cultivos de plátano, malanga y cacao.

De hecho, esta práctica de deforestación se inició hace 60 años cuando los colonos llegaron a Santo Domingo.

Budy Calazacón asegura que el bosque de Peripa pudo conservarse porque su abuelo, Octavio Calazacón, impidió la deforestación.

Este bosque es sagrado para esta familia tsáchila porque ellos afirman que a este espacio llegaron los primeros tsáchilas desde el sector del Cocaniguas hace más de seis siglos atrás. Aún se encuentran vasijas que fueron parte del intercambio entre nativos con otras etnias.

Octavio Calazacón le enseñó a su nieto a cuidar el medioambiente para que los animales tuvieran un hábitat donde vivir y los humanos se abastecieran de plantas para sanarse y frutas para alimentarse.

Budy ha replicado ese modelo de su abuelo en el bosque Seke Sonachun. Ahí recuperó al menos media hectárea de bosque hace 10 años. Mientras que en la otra mitad se cultivan productos orgánicos (sin químicos) como el cacao, plátano y frutas exóticas.

Esos huertos y las plantas medicinales como la guayusa han atraído nuevamente a los animales endémicos de la zona como aves, ardillas, guantas, tigrillos y serpientes.

De hecho, al ingresar al bosque, el primero en recibir a los visitantes es un loro verde con la cabeza roja. “Parece que utilizara nuestro peinado típico con achiote”, dijo Calazacón.

Esa especie se la conoce científicamente como Psittacara erythrogenys y se cree que ha sido una ayuda para repoblar el bosque porque lleva en el pico semillas.

Otra planta que también se ha expandido por la entrada del bosque es la de achiote, que es considerada sagrada para la nacionalidad porque sirvió para curar a los tsáchilas de la fiebre amarilla y la viruela.

Además, se encuentran plantas como la caña agria, hojas de la biblia, ajo de monte...

Pero no todas se utilizan para curar. Por eso Budy Calazacón y su hermano menor, Byron, hicieron un inventario en los dos bosques sobre las plantas tsáchilas medicinales.

Uno de sus hallazgos es la planta wabiduka, que sirve para disminuir los dolores que produce la artritis y para recuperar la movilidad de las coyunturas y articulaciones.

Según el nivel de gravedad del paciente, se pueden hacer baños, infusiones o ungüentos.

La preservación de los bosques, los huertos orgánicos y la medicina ancestral han fomentado la llegada de extranjeros de Europa y Latinoamérica.
Ellos hacen investigaciones sobre las costumbres tsáchilas, sus bosques nativos y el agua.

Además, realizan un voluntariado de 15 días en los que conocen las plantas nativas, participan en rituales chamánicos y en la recolección y posterior venta de frutos orgánicos.

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