La puerta cerrada junto al pasillo oscuro. Apenas entraba luz por una oxidad a rejilla . Adentro solo c abía un colchón desgastado sobre la rechinante cama.
Parece tan real cuando Jacinto Morán recuerda el antiguo asilo donde lo internaron hace 39 años en Guayaquil. Fue por esa enfermedad que muchos ni siquiera nombraban y que él conoce bien; mutiló una de sus manos y parte de un pie.
El mal de Hansen (lepra) es tan antiguo como estigmatizado. Generado por el bacilo Mycobacterium leprae, se habló de él por primera vez en el año 600 a. C. Ni qué decir de los relatos bíblicos, de hombres y mujeres asilados en cuevas, a quienes solo Jesús no tuvo recelo en acercarse.
Anita Credidio dejó a un lado el estigma. Y con razón. Hoy el Hansen no es contagioso y es curable.
En 1991, la Organización Mundial de la Salud (OMS) descartó que sea un problema de salud pública. Desde 1985 el expendio gratuito de la poliquimioterapia aportó a ello.
La mezcla de fármacos como dapsona, rifampicina y clofazimina elimina el patógeno, que solo se transmite por gotitas de saliva o nasales cuando hay contacto frecuente con quienes no estén en tratamiento.
Credidio es estadounidense. Llegó a Ecuador en 1987. En esa década la enfermedad, caracterizada por úlceras en la piel, tuvo una alta prevalencia.
Mucho antes, según crónicas del Guayaquil antiguo, los enfermos deambulaban por las calles con pies sangrantes y una campana para advertir su presencia.
Relatos como esos, más la insalubridad de los leprocomios, motivaron a Credidio, hermana de la Orden Bienaventurada Virgen María (Iowa), a dirigir la fundación Padre Damián.
Con su obra revivió el relato de Cristo, cuando sanó a 10 leprosos. Ella no solo brinda alivio físico; recuperó la autoestima de 36 hombres y mujeres sensibles, cariñosos.
Las historias Un poco áspera, la mano de Jacinto Morán se siente escamosa cuando la extiende para saludar. Es reflexivo. “Dios me mandó esta enfermedad y la acepto, como lo hago desde los 26 años”. Hoy tiene 65 años y recuerda que ayudó a cambiar el viejo leprocomio.
Blanca Gutiérrez también lo evoca. Quiteña, de 83 años, desde muy joven colaboró en el cuidado de los pacientes con Hansen. “Se le pidió a Velasco Ibarra un terreno y lo dio aquí, donde he estado 43 años sin jamás tener la enfermedad, solo por propósito de Dios”.
Era mayo de 1968. Quedaba junto a la calle de Lamentos del viejo Guayaquil -entre el panteón, hospitales, el psiquiátrico-. Era el sitio que evocaba Jacinto al inicio.
Hoy sigue allí, en Julián Coronel y Esmeraldas -centro-. Escondido, detrás del siempre ajetreado Hospital de Infectología, hoy pasa desapercibido. Tiene otro aspecto.
Árboles de hojas talladas al pincel. Aves espigadas, de pintura de esmalte. Los coloridos paisajes vibran en las paredes, resguardadas por pasamos. Por ahí desfilan las manos carcomidas de Jacinto, Rómulo, Ramón, Gilberto… En el mundo, en los últimos 20 años, se han curado más de 14 millones de enfermos de Hansen. Y es parte de las 10 enfermedades que podrían ser eliminadas entre 2015 y 2020, según la OMS.
Guayas concentra el 80% de casos del país; el 2012 registró 122 pacientes en el Programa de Control y Vigilancia del Hansen.
Parecen cifras bajas, pero Fanny Verduga, directora del programa, cree que no son del todo certeras. “Hay poco apoyo de los gerentes de salud para la búsqueda activa de casos iniciales. Así se evitarían las discapacidades, que afectan al 3%”.
Ese es el grave problema del Hansen. Elizabeth Quito, enfermera del programa, explica que todo empieza con manchitas blancas, insensibles al tacto, frío o calor. Tampoco hay dolor porque los nervios se comprimen, se anestesian y en ciertos casos forman nódulos. Si no se detecta la herida, la infección es irreversible. Dedos y extremidades se atrofian.
O puede haber ceguera. Al no haber sensibilidad en los ojos, se resecan e infectan, según la guía de prevención del Hansen para Guayas, de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Padre Damián es uno de los pocos refugios que quedan para quienes llevan las huellas del Hansen. La hermana Anita cuenta que el apoyo ha ido disminuyendo desde que el Ministerio de Salud dispuso el tratamiento ambulatorio en centros de salud que están distribuidos en la ciudad.
Reciben la poliquimioterapia, pero requieren otras medicinas para la hipertensión, problemas renales, diabetes, pues la mayoría de pacientes pasa de los 60 años. Incluso una bonificación por persona, que recibieron por más de 50 años, fue suspendida. Desde noviembre no llegan esos USD 24 mensuales. Y sigue esperando la ayuda.
A lgunos , como Jacinto , van y vienen de la fundación. Pero para Mitaliana, María, Mercedes, Leonor, María, Fortunato… este es su hogar y temen que lo cierren.
Las etapas de la enfermedad
El mal de Hansen, denominado así debido al médico noruego Gerhard Armauer Hansen, que la descubrió en 1873, es una enfermedad con un largo período de incubación que varía de nueve meses hasta 20 años.
Hay dos tipos de patologías. La de tipo tuberculoide -se desarrolla en un promedio de cuatro años- y la lepromatosa -el doble de la anterior-.
Es muy rara en menores de tres años y muy frecuente en adultos mayores.
Se sabe que afecta a la humanidad desde hace al menos 4 000 años, cuando en 2009, en las excavaciones en un sitio arqueológico llamado Balathal (al noroeste de India), se encontraron los restos óseos de un varón de 30 años con muestras de haber padecido esta enfermedad.