Un estudio sobre el ruido realizado en 30 puntos del centro de la capital azuaya determinó que el 90% de las zonas estudiadas soporta niveles superiores a 65 decibeles, que es el indicador aceptado por la organización Mundial de la Salud (OMS). La principal fuente de contaminación es el tránsito vehicular.
El mapa de ruido fue elaborado por la Comisión de Gestión Ambiental (CGA) del Municipio de Cuenca y el Instituto de Estudios de Régimen Seccional del Ecuador (Ierse) de la Universidad del Azuay. Las muestras fueron recopiladas entre febrero y julio del 2012, en las seis horas de mayor actividad en la ciudad.
El Centro Histórico, aeropuerto, Chola Cuencana, Remigio Crespo y Hospital del IESS registran los niveles de contaminación acústica más altos. Son superiores a 100 decibeles, en ciertas horas del día. Eso equivale al sonido de una aspiradora en una zona cerrada.
Pero si tomamos en cuenta la normativa nacional (Texto Unificado de Legislación Ambiental) la contaminación casi se duplica. La misma establece como máximo 60 decibeles en el día en la zona comercial, 40 para la residencial, 70 para la industrial y 45 hospitalaria y educativa.
El mapeo señala que el 70% de ruido ambiental proviene del tránsito vehicular. Le siguen las construcciones y actividades comerciales. La CGA realiza mediciones adicionales en los días que se realiza el programa Vía Viva (peatonización y ciclismo) y establece niveles de contaminación acústica menores, señala Sebastián Izquierdo, director de la CGA.
Para Omar Delgado, director ejecutivo del Ierse, los valores registrados generan preocupación porque afectan a la población.
El médico Luis González lo corrobora. “La sobreexposición al ruido es el causante de afecciones fisiológicas, auditivas y psicológicas (irritabilidad, inestabilidad emocional…)”. El exceso de ruido ataca a los sistemas auditivo, nervioso, endocrino y cardiovascular.
El otorrinolaringólogo Luis Vázquez dice que el trauma acústico es la primera causa de atención en su consultorio. Recuerda que antes el índice de tolerabilidad era de 90 decibeles y que bajó, precisamente por los efectos a la salud.
Las personas más expuestas viven en las zonas de alta contaminación o quienes trabajan en fábricas, aeropuertos o son conductores de buses. Por esta preocupación, hace tres semanas la CGA inició la campaña Bájale al Ruido, dirigida a toda la población, pero principalmente a los conductores.
La idea es generar conciencia ciudadana para evitar el uso innecesario del acelerador y bocina de los vehículos. También realizaron talleres en la Cámara de Transporte y en los centros educativos.
Sonómetros son los instrumentos que miden los decibeles. Se pueden calibrar para medir el ruido ambiental, fábricas y sectores comerciales.
Una bocina de automóvil puede generar 90 decibeles, la de bus 100, una conversación normal 55, una conversación en alta voz 70, un avión volando 130.