Roberto Echeverría en el lobby del hotel Río Amazonas, ubicado en el norte de Quito, donde fue parte de un taller para enfrentar el fenómeno socioeconómico de la droga. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO.
El debate de si la ‘buena cuna’ ayudaría a que Otto Sonnenholzner cumpla un buen trabajo como vicepresidente del país agitó el avispero en redes sociales al activar los complejos que existen en la sociedad ecuatoriana. Aprovechando la pausa de un taller sobre cómo enfrentar el fenómeno de las drogas realizado en un hotel de Quito, Roberto Echeverría, médico y psiquiatra guayaquileño, lanzó sus reflexiones sobre las causas y las consecuencias de la proliferación de los complejos.
¿Cómo definiría a una persona acomplejada?
Una persona acomplejada es alguien que vive en la incomodidad. Esa incomodidad tiene que ver con situaciones que le dejaron una huella negativa en su vida. El acomplejado también es una persona que tiene problemas para vincularse con otros, para tomar decisiones o para entender determinado tipo de situaciones. Muchas veces los complejos de estas personas están en el subconsciente, por eso no son procesados de manera racional.
¿Entonces una persona acomplejada es en esencia alguien disconforme con su vida?
Si pudiéramos reducirlo a ese término, sí. La persona acomplejada vive disconforme con su mundo. Lo que pasa muchas veces es que esa disconformidad no es consciente.
¿La mayoría de personas vive sin saber que tiene complejos?
Muchas veces sí. Esa situación cambia cuando alguien nos lo dice o nos lo hace notar. Creo que todos somos víctimas, en alguna medida, de episodios incómodos que han ocurrido en nuestra historia personal, generalmente en la infancia. Esos episodios son los que generan los complejos.
Haciendo un paralelismo entre lo personal y lo social, ¿cuáles son los complejos más comunes en la sociedad ecuatoriana?
Más que de complejos prefiero hablar de sentimientos, porque esa palabra sintetiza la vida emocional de las personas. A veces se dice que el ecuatoriano es acomplejado, por ejemplo, porque hay esta idea de que es muy abierto al extranjero, que le gusta mucho lo que viene de afuera y que le resulta difícil valorar lo propio. Es posible que todo eso sea cierto, pero si pensamos en lo que pasa en la actualidad, ese supuesto complejo está chocando con la presencia de los venezolanos y la generación de la xenofobia. Pienso que colectivizar ideas como los complejos puede ser peligroso.
¿Por qué?
Porque no todas las personas respondemos a los mismos patrones de comportamiento. La cultura nos hace creer determinadas cosas, pero no toda la gente reacciona de la misma manera. Cuando en antropología o sociología estudiamos el comportamiento social buscamos identificaciones. Por ejemplo, cómo se comporta el costeño o el serrano. En ese ejercicio encontramos algunas pautas que nos permiten identificar las diferencias. Pero decir que somos acomplejados por tal o cual razón es entrar en un terreno peligroso.
¿Qué nos quitan los complejos?
Los complejos quitan oportunidades y restan posibilidades de crecimiento. Cuando uno asume que tiene un complejo tiene que trabajar para modificarlo. Un complejo, como te decía, es una dificultad que modifica nuestras vidas. La persona que reconoce a través de un proceso consciente que tiene algún complejo da un paso importante para dejar el sufrimiento a un lado. Los complejos, aunque no se lo piense así, también traen sufrimientos.
¿Incluso el complejo de superioridad?
Pienso que el complejo de superioridad no existe porque aquel que siente que puede ser superior a otro es el que en el fondo, y esto que te voy a decir es freudiano, está disfrazando un probable sentimiento de inferioridad. Esa persona lo que busca en realidad es crear una pantalla para que los otros piensen que es superior.
Hay la idea de que este complejo está vinculado a las personas con poder.
No podemos generalizar porque no sería justo, pero muchas personas que han llegado al poder piensan que están por encima de todo, incluso que están más allá del bien y del mal. Lo que refleja esa actitud es un pobre aprecio de los demás. La mirada que tienen del otro es muy pobre.
¿Entonces los complejos de inferioridad son los más comunes?
En la convivencia social ese tipo de sentimientos es muy frecuente. Los encuentras en personas que nunca imaginarías porque, muchas veces, se confunden con la modestia o la humildad. Las personas que tienen este tipo de complejos sienten que no están a la altura de los demás.
¿No tienen nada que ver con el estrato social o el nivel de educación?
No, se encuentran en los diferentes estratos sociales.
Está el complejo de inferioridad mental pero también el físico.
Si entramos en el terreno de lo físico es muy frecuente encontrar que se asocien una serie de complejos a las personas con discapacidad. También está el tema de la autovaloración ligado a una pobre autoestima. Es común encontrarse con personas que tienen dificultades porque no se sienten bien con su cuerpo. En el momento en que una persona se autovalora y es justa con esa autovaloración empieza a vencer los complejos. Lo que deberíamos buscar todos los seres humanos es aceptarnos como somos, y eso es un trabajo que se hace desde la infancia.
¿Cuál es su lectura del debate en torno a la ‘buena cuna’ del nuevo vicepresidente en relación con los complejos?
Primero tenemos que preguntarnos qué entendemos por buena cuna, ¿una que viene con todos los privilegios y comodidades o una con principios, valores y afectos que no necesariamente están ligados al poderío económico? Si lo que entendemos por buena cuna es la posibilidad de tener una estabilidad económica y a partir de eso crecer, y eso es lo que criticamos, estamos hablando de que hay complejos. Pero si se esgrimió ese argumento para decir que será un buen vicepresidente la cuna no tiene nada que ver.
¿Se podría hacer un paralelismo entre los complejos de inferioridad creados en la infancia y la historia de nuestra sociedad?
Los hechos históricos que han marcado nuestra vida como país tienen mucho que ver con lo que ahora somos como sociedad. Pienso en la violencia y la estigmatización con que se creó el país y todo lo que pasa en la actualidad. Uno de los grandes sentimientos que padece el país es el de la discriminación que sufren las mujeres. Ahí entra el machismo, que es algo que hemos naturalizado y que es parte de nuestra cultura. Ahora se está hablando de los micromachismos; esos comportamientos cotidianos que, a veces, de manera no consciente asumimos. Por ejemplo cuando estamos en el tráfico y vemos un trancón asumimos que la culpa es de una mujer. El machismo es uno de los sentimientos que más nos afecta porque los casos de violencia dirigidos hacia las mujeres son cada vez mayores. El machismo es un complejo de inferioridad que heredamos y lo seguimos padeciendo.
¿El machismo muchas veces aparece enmascarado como un complejo de superioridad?
Claro, porque a nosotros como hombres nos han hecho creer que somos más que las mujeres y que por eso mandamos, tomamos las decisiones políticas o asumimos las riendas de la familia. Ese es el famoso mandato patriarcal del que habla la antropóloga argentina Rita Segato. Los hombres hemos sido criados en el privilegio. A las mujeres les ha tocado luchar doblemente para obtener lo que se proponen. El nuevo reto de la sociedad es crear nuevas masculinidades y eso se logra solo a través de una educación que fomente la equidad.
¿Los complejos nos quitan libertades?
Claro que nos quitan libertades porque nos limitan de una manera no consciente.