Nuevo turismo rural: La pandemia como punto de partida

Una caminata al templo Machay nos acerca al gran Chimborazo. Foto: Jorge Vinueza

Tan cerca y tan lejos de los sucesos que paralizaron el mundo, la salud pública en crisis, millonarios negociados y avionetas caídas, muchas familias y comunidades de pueblos remotos de Ecuador se encontraron abandonadas a su suerte para enfrentar la nueva realidad que trajo el covid.

Las comunidades ofertan quesos maduros y semimaduros con procesos certificados en las bodegas. Foto: Jorge Vinueza

Ante el olvido oficial, ellos encontraron en sus conocimientos las herramientas para enfrentar al virus y mantener su salud, mientras resolvían lo económico y el nulo acceso a Internet, educación…  Durante la emergencia, TourCert, una certificadora de turismo sostenible y responsable, a través de su proyecto TuriCom, puso en marcha un plan para visitar a las comunidades en proceso de certificación en el sector rural, documentar y trabajar con ellas para enfrentar con nuevas ideas para mantener y replantear sus operaciones y propuestas de turismo.

El queso camembert de altura es uno de los productos estrella de la zona. Foto: Jorge Vinueza

El turismo internacional hasta entonces había sido sus mayor fuente de ingreso. Ante su ausencia, se abrieron al turismo nacional y local para renovar sus propuestas conectadas a la gastronomía, a la salud física y espiritual.

De pronto, ellos contaban con el recurso más importante en  pandemia: espacios abiertos y aire puro, el regalo de sus selvas y sus montañas que abrieron una alternativa para las comunidades y el turista nacional proponiendo un turismo ético y de respeto.

Mujeres Valientes

Sinchi Warmi significa mujer valiente en Quichua . Hace 30 años, un puñado de mujeres decidió cambiar algunas costumbres para mejorar las condiciones de vida frente al machismo.

Cerca de Misahuallí a orillas del Napo, consiguieron una tierra, selvática y pantanosa, donde han trabajado duro para levantar un proyecto turístico.

Mujeres de Sinchi Warmi realizan curaciones con hiervas ancestrales. Foto: Jorge Vinueza

Empezaron a trabajar con el paiche, pez nativo de la Amazonía, mezclarlo con hojas de guayusa y salsa de cacao amazónico puestos en una escena moderna y nutritiva. Sacaron de los conocimientos ancestrales, recetas para la salud, a base de hojas de ajo de monte, raíces y otras cuantas bondades de la selva para subir las defensas y mejorar la inmunidad de la comunidad y los nuevos turistas.

El Paiche y la Guayusa, Productos Km 0, de la huerta o el río directamente a la olla. Foto: Jorge Vinueza

En Pachancho, Yakubiana y otras comunidades cercanas a Salinas en la provincia de Bolívar, no dejaron de tejer sus paisajes, tampoco se detuvo el rito diario de ordeñar sus vacas y acopiar la producción de leche para las pequeñas fábricas de quesos que se ocultan entre las montañas, refrigerando quesos de insospechadas variedades.

Alos pies del gran Chimborazo, las comunidades Casa Cóndor, Wamanway, Chakana, la Moya, encontraron en el sunfo, la chuquirahua y la valeriana defensas y energía. Organizaron actividades por los caminos ancestrales que llevan a lugares sagrados a los pies de su gran Taita.Visitan el Templo Machay, donde podemos decir al oído de la montaña nuestros anhelos y necesidades.

Una caminata al templo Machay nos acerca al gran Chimborazo. Foto: Jorge Vinueza

La experiencia de encontrarse con uno mismo la sentimos cerca del frío y el silencio, cerca de las nubes en un bosque de polilepis, centenario, tal vez milenario, en la comunidad de Llangahua, Tungurahua. Aquí la idea de la migración se desvaneció con la llegada de turistas. Conocieron sus plantas, su historia y cuidaron su páramo, que es donde nace el agua que llega a Ambato.

Así el nuevo turismo rural, con apoyo internacional, pusieron en escena su plataforma de venta para el mercado internacional y local, donde las ganancias operativas van en su mayoría directamente a las comunidades.

Una mujer Puruhá visita a la Virgen de la Piedra en la comunidad Calshi. Foto: Jorge Vinueza

BIOFOTÓGRAFO JORGE VINUEZA G.

Encontró a la fotografía como oficio y forma de expresión en 1993 y desde entonces ha formado parte de importantes equipos de periodismo, producción editorial y audiovisual que hallaron en su fotografía un elemento narrativo potente.

Ha publicado varios libros de fotografía de su autoría y ha acompañado proyectos de periodismo, institucionales, recuperación de patrimonio, gestión cultural, turismo y otros campos donde ha aportado con su creatividad y profesionalismo. 

Su trabajo ha recibido reconocimientos nacionales e internacionales y ha llevado su obra fotográfica a importantes escenarios dentro y fuera de Ecuador.

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