Nina Pacari es una de las líderes históricas del movimiento indígena.
Nina Pacari Vega es una de las líderes indígenas más importantes del país. Desde hace más de un lustro vive en Riobamba. En esta ciudad, y en medio de una ola de frío que por estos días atraviesa la serranía ecuatoriana, habla sobre una vida que ha transcurrido entre la tensión entre dos mundos: el occidental y el andino.*
¿Los discursos que deifican a los indígenas no son tan peligrosos como los que los infantilizan?
Los extremos de la mitificación y de la mistificación son terribles. Es algo con lo que nosotros nunca hemos estado de acuerdo. Nuestro planteamiento es que somos personas que tenemos las mismas potencialidades y debilidades que las demás. No somos una sociedad perfecta, eso no existe. Lo que sí tenemos son otros paradigmas y otras prácticas que pueden contribuir para que todos vivamos de una manera más justa. Correa estuvo en el otro extremo. Ejerció un fuerte racismo desde el poder, nos infantilizó y nos menospreció.
Hablando del correísmo ¿les robaron el sumak kawsay?
Ni siquiera lo entendieron. Lo que hicieron es distorsionarlo, manipularlo y vapulearlo. Pretendieron vaciarlo de sentido, pero el sumak kawsay no tiene que ver con una cuestión teórica ni retórica sino con una praxis y eso es algo que se ha visto en la pandemia, con el trabajo comunitario.
Usted fue testigo del nacimiento de la Conaie, en los años 80. ¿Qué caracterizaba a los líderes indígenas de ese tiempo?
Lo que caracteriza a los líderes indígenas de esos años era su sabiduría y la fidelidad a la memoria histórica de los pueblos originarios y a los procesos organizativos que se estaban gestando. Por esos años, existía la necesidad de generar un proyecto político, porque había la consciencia, incluso en los más jóvenes, de que la realidad de los pueblos indígenas se tenía que resolver en el ámbito nacional.
Pero ahora hay líderes indígenas que intentan dividir las aguas entre quienes son sus amigos y sus enemigos.
Esas lógicas no son propias del movimiento indígena y creo que no hay que dejarse atrapar por ellas. Hay que recordar que la tesis del correísmo era que quienes estaban a su favor eran considerados como amigos y quienes estaban en su contra o les criticaba eran sus enemigos.
Vivió en Quito en sus años de universitaria, ¿fue discriminada por ser una mujer indígena?
Cuando estaba en la universidad no nos dejaban entrar a los restaurantes de Quito por ser indígenas. Nos tocó idear una estrategia para que nos dejen pasar. Comenzamos a llevar nuestros libros en el brazo para que vean que somos estudiantes, solo ahí nos dejaban entrar. Creo que personalmente me ayudó mucho ser una indígena urbana que conocía la cultura y la psicología del mundo occidental. Para ese momento ya hablaba inglés, español y kichwa.
¿Y cuando estuvo en el Congreso Nacional?
Hay dos hechos que muestran el racismo que había en esos tiempos en el Congreso Nacional. Recuerdo el día que Gilberto Talahua, que era diputado por Bolívar, entró a uno de los ascensores del Congreso y un grupo de diputados comenzó a atacarlo diciéndole que éramos ponchos dorados, cuando teníamos el mismo derecho a recibir la misma remuneración que ellos. La otra fue cuando se realizó la elección para la Vicepresidencia del Congreso. Después de que se proclamaron los resultados, un legislador la Izquierda Democrática gritó, y eso está grabado, ¡indios de mierda!
Algunos piensan que cambiarse el nombre en el mundo indígena es una nueva moda, ¿por qué decidió dejar el de María Estela y adoptó el de Nina Pacari?
El cambio lo hice hace muchos años. Fui la segunda persona de un pueblo originario en cambiarse oficialmente el nombre. El primero fue Ampam Karakras y el tercero Ariruma Kowii. Para nosotros es una forma de reafirmar nuestra identidad y nuestro idioma. Recuperar lo propio implica el quiebre con cosas que nos han impuesto. Eso lo tengo claro desde que era joven y formaba parte del Taller Cultural Causanakunchi de Otavalo. En nuestras comunidades los nombres tienen relación a las características de cada persona. A mí siempre me decían que era como el fuego y como el nuevo amanecer y de ahí salió Nina Pacari.
¿Qué pasa con el famoso techo de cristal dentro del Movimiento Indígena? ¿Existe?
Todo lo que alcanzan las mujeres y hombres tiene que ver con un proceso colectivo de los pueblos indígenas. Nunca soñé con ser legisladora o canciller. Todos los cargos que ocupé, incluido el de la Corte Constitucional, fueron resultado de una decisión colectiva y de una voluntad individual. Los liderazgos, siendo individuales, se dan en el marco de lo colectivo. Nosotros tenemos claro que el liderazgo individual no es el que logra hacer la gran movilización y también que la alternancia es fundamental.
Después de estar en la Corte Constitucional decidió alejarse de la vida pública, ¿por qué?
Por la importancia que para nosotros tienen los relevos. Además, no podemos estar de eternos voceros, pero sigo siendo parte de la organización e intervengo en las asambleas.
¿Qué hace ahora?
Sigo con el análisis y las reflexiones sobre nuestros pueblos, pero ya no los expongo en los medios de comunicación. Ahora lo hago desde la Escuela Itinerante de Derecho, con la que recorro las comunidades y pueblos indígenas del país, con el propósito de educar a más personas sobre derechos y la administración de justicia. Yaku (Pérez) me prepuso ser candidata para asambleísta nacional, pero le agradecí y le dije que no, porque no era una propuesta que había salido desde la organización. Estoy convencida que es tiempo de consolidar nuestra filosofía en el territorio, siempre pensando en un nosotros.
TRAYECTORIA
Fue la primera mujer indígena canciller del país. También la primera diputada indígena en el Congreso Nacional. Fue jueza de la Corte Constitucional entre 2007 y 2012. Ahora dirige la Escuela Itinerante de Derecho, que recorre comunidades indígenas.
*Esta entrevista se publicó el 23 de marzo del 2021 en la edición impresa de EL COMERCIO.