Una mesa de difuntos en memoria del folclorista Guido Garay Vargas-Machuca. Fotos: Archivo / El comercio
La tradición se mantiene aún en la provincia de Santa Elena como parte de las manifestaciones culinarias mortuorias relacionadas con un rito de posible origen prehispánico.
Se trata de la Mesa de difuntos, que se sirve como un banquete para las almas de los muertos cada 2 de noviembre -y el 1 de noviembre por los niños- por la Conmemoración a los Fieles Difuntos, en el feriado del Día de los Muertos.
La manifestación de la cultura peninsular podría optar por convertirse en patrimonio de la Nación. El Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC) informó en un comunicado que dictó un taller en la Parroquia de José Luis Tamayo (o Muey) del cantón Salinas (Santa Elena) sobre la elaboración del expediente de la Mesa de difuntos, para su postulación a la Lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial del Ecuador.
El objetivo del taller fue identificar la importancia simbólica y social de esta manifestación, además de conocer formas y niveles de transmisión de conocimientos. En el taller participaron portadores de saberes de la comunidad, gestores culturales, representantes del Municipio de Salinas y de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, núcleo del Santa Elena.
El 2 de noviembre las familias preparan los platos preferidos de sus fallecidos para adornar la mesa. Encienden una vela, ofrendan un vaso de agua o de aguardiente y llaman a sus difuntos con una oración.
Beatriz Lindao, directora del Museo Amantes de Sumpa de Santa Elena, cuenta que a menudo los platos se preparan desde la noche anterior y se pone la mesa desde temprano, cubierta con un toldo.
Las familias salen en la mañana al cementerio a visitar las tumbas de sus seres queridos y al regreso se reúnen en familia, con amigos y vecinos, a degustar y compartir lo que han preparado. El picante de atún -plato del que se dice deriva el encebollado-, tallarines o secos, colada morada y panes, tortas de camote, natilla, ciruelas y otras frutas hacen parte de las ofrendas de sal y de dulce.
Los ingredientes que dominan en las preparaciones son el maíz, la yuca, el plátano, el pescado y la panela.
Las mesas suelen exhibir camote asado, huevos cocinados, conservas de papaya, chicha de maíz, tambores de yuca o bollos de maduro
“La tradición ha tomado más vigor en los últimos años, porque los planteles educativos están haciendo la actividad antes del feriado y las Juntas Parroquiales como la de Chanduy también la han institucionalizado”, dice Lindao.
En el Museo Arqueológico Amantes de Sumpa, ubicado a un kilómetro de la cabecera cantonal de Santa Elena, se pone también la Mesa de difuntos cada 2 de noviembre sobre el tradicional mantel blanco. “Se trata de mantener una tradición y unas creencias que nos dejaron nuestros abuelos. La postulación patrimonial puede contribuir al estudio de esta manifestación y a su preservación”, agrega Lindao.
En Guayaquil, el Archivo Histórico del Guayas organiza también mesas de difuntos. “Cada año cambian las figuras homenajeadas. La idea es poner en valor las costumbres y tradiciones del pueblo cholo”, explicó Delia María Torres, directora del Archivo.
El origen de la tradición es un misterio. Pero los habitantes de la provincia de Santa Elena han rendido culto a sus muertos desde la época de la cultura las Vegas (10.000 a.C. y 4.600 a.C), quienes ya disponían para sus difuntos vasijas llenas de comida y bebida.
Los estudios de la antropóloga y arqueóloga estadounidense, Karen Stothert, sugieren que los santaelenenses creen que esta tradición ayuda a mantener el flujo de comunicación con los muertos; eso implica darles de comer en su día para recibir luego lluvia, fertilidad y bienestar.
En el caso particular de los niños y niñas que han fallecido, además de colocar sus platos favoritos, se exponen también en un rincón de la casa sus juguetes preferidos, refiere un comunicado del INPC. “También se preparan golosinas caseras, como pan de canela, chocolate caliente o caramelos para entregar a los niños que suelen golpear la puerta de los hogares el 1 de noviembre coreando lo siguiente: ‘ángeles somos, del cielo venimos y pan pedimos’”, agrega el Instituto.