El camino del Inca, en exposición educativa en Guayaquil

Gloria Febres Cordero (Izq.) y Valentina Martínez, en el montaje de la exposición. Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO

Gloria Febres Cordero (Izq.) y Valentina Martínez, en el montaje de la exposición. Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO

Gloria Febres Cordero (Izq.) y Valentina Martínez, en el montaje de la exposición. Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO

Los páramos andinos, desde la ciudad colombiana de Pasto hasta la chilena de Talca, destacan entre las fotos del camino de piedra y tierra transitada que atraviesa esa suerte de ‘autopista’ ancestral conocida como el camino del Inca.

La red vial prehispánica entendida como estructura política, económica, religiosa y como cultura material del continente se despliega en 20 paneles educativos de la exposición ‘El gran camino Inka: Construyendo un Imperio’, abierta en la Escuela Politécnica del Litoral (Espol) en Guayaquil.

Se trata de una muestra itinerante de la exhibición del Instituto Smithsonian que se encuentra el en Museo Nacional del Indígena Americano de Washington, en EE.UU.

“La exhibición destaca cómo estos caminos fueron abiertos y ejecutados por civilizaciones anteriores a los Incas, pero es el incaico el que los reutiliza, reorganiza en red y engrandece para integrar su imperio”, indicó la arqueóloga ecuatoriana Valentina Martínez, profesora de Antropología de la Florida Atlantic University.

El camino Inca integró a 100 naciones indígenas y a millones de habitantes a una confederación andina conocida como Tawantinsuyu. El sistema vial de 40 000 km, denominado Qhapaq Ñan en la lengua indígena quechua (Camino del Señor), conectó vastos territorios que actualmente ocupan Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú.

Las investigaciones del Instituto Smithsonian colaboran con un gran proyecto de investigación, preservación y gestión de la red vial. Las vías de conexión del continente se desarrollaron hace 5 000 años y el imperio floreció entre 1438 y 1533, indicó Martínez, que dirige por 23 años un programa de campo de la Universidad de la Florida, en la costa del Ecuador.

Las construcciones de piedra atraviesan la altura de los páramos en “una ruta más directa” por extensiones desoladas casi “sin asentimientos humanos”. El camino presenta bifurcaciones al perfil costero y zonas subtropicales. En Ecuador, la ruta de altura conecta en la Costa con la que ahora es la ciudad de Manta, por ejemplo.

“La costa del Ecuador estuvo conectada de forma indirecta con el imperio, tenemos evidencia de la presencia del incario en nuestra costa o en la Isla de la Plata, pero los Incas no se establecieron aquí”, agrega la arqueóloga. Los manteños de Manabí o los guancavilcas, de Santa Elena y de Guayas, “establecieron una relación diferente” al pueblo conquistado, unas relaciones que se basaban en el comercio, dijo.

La exhibición abre la discusión sobre un imperio que se suele “romantizar”, pero que ejerció violencias e impuso su culto sobre las creencias de las regiones conquistadas. “Las poblaciones locales resistieron, se adaptaron, adoptaron usos y sobrevivieron con tradiciones y costumbres identitarias”, dijo Martínez.

‘El gran camino Inka: Construyendo un Imperio’ llega a Guayaquil gracias a la gestión de Vanessa León, subdecana de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanísticas de la Escuela Politécnica del Litoral.

Gloria Febres Cordero, directora de cultura de la Espol, indicó que la idea es enriquecer los conocimientos y la formación de estudiantes de turismo y arqueología; de colegiales y del público general.

La institución ofrecerá guianza a grupos que reserven su recorrido con antelación. Es la segunda exposición de este año que aprovecha el espacio del recibidor del Teatro Espol. “La idea es tener al menos una muestra cada semestre con temas históricos, de arqueología o artes visuales, para el programa del próximo año abrimos una convocatoria pública”, señaló Febres Cordero.

Esos caminos contribuyeron a la rápida expansión del poder Inca en el siglo XV.

Las soluciones que la ingeniería desarrolló para enfrentar complicados problemas de topografía, clima y disponibilidad de recursos fueron particulares en cada caso y cruciales para mantener la red, lo que le valió el reconocimiento de la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Unos tramos del sistema vial y estructuras incaicas siguen en funciones hasta la actualidad, “como símbolos de espacio sagrado y de continuidad cultural”.

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