El traductor se entrega a las personas antes del evento y se activa únicamente cuando ingresan en la sala. Foto: EL COMERCIO
La barrera idiomática no fue un problema para los miles de personas que acudieron entre el 17 y 20 de 2016 a la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE) con el fin de participar en la primera conferencia de vivienda y desarrollo urbano sostenible Hábitat III que se celebra en la capital. Si bien la mayoría de conferencias fue dictada en inglés, el uso de traductores simultáneos fue de gran ayuda para quienes no dominaban este y otros idiomas.
En las afueras de las salas de conferencia, del ágora de la CCE y del Teatro Nacional se encuentran ubicadas sobre unas mesas maletas que contienen unos dispositivos negros. Allí se acercan las personas interesadas en adquirir un traductor simultáneo. Para poder obtener un dispositivo era necesario que presenten un documento de identificación.
El funcionamiento de los aparatos es bastante sencillo, según explica, Santiago Sasi, encargado de soporte de logística de traducción en el evento. El traductor se entrega a las personas antes del evento y se activa únicamente cuando ingresan en la sala. Allí ellos pueden seleccionar el idioma de su preferencia para escuchar la charla, dependiendo de la disponibilidad de los servicios de traducción en la sala.
Es así como de nada sirven los aparatos si es que en el interior de la sala no hay una persona traduciendo la charla a los distintos idiomas. Por ello, en los espacios donde se dictan las conferencias se adecuaron pequeñas cabinas en las que una o dos personas que dominen distintos idiomas se ubicaban.
Ellos eran los encargados de escuchar lo que decían los panelistas o conferencistas y hacer la traducción en tiempo real de los textos. Melvin Padilla, técnico en traducción que llegó a Quito desde Colombia para apoyar en ese tema en Hábitat III.
Dentro de la cabina, según explica Padilla, los traductores no cuentan con un guión o un escrito de lo que se expondrá en la conferencia, por lo que traducen palabra por palabra lo que dicen los ponentes. Solo en caso de que el tema a tratarse sea muy técnico, obtienen anteriormente una hoja de ruta con ciertos términos.
En los espacios donde se dictan las conferencias se adecuaron pequeñas cabinas para los traductores. Foto: Carla Sandoval / EL COMERCIO
Sin un guión previo, el trabajo de los traductores podía extenderse hasta por tres horas por charla dependiendo de la duración de la misma. La mayoría de las salas de conferencia tenían solamente una persona encargada de traducir de español a inglés o viceversa; sin embargo, en las Asambleas generales hay la posibilidad de escuchar las conferencias en los idiomas oficiales de Naciones Unidas.