Llevar a cabo actividades lúdicas, aprovechando la comunión con nuestros pares, ayuda a reforzar la confianza, desarrollar destrezas, soltar una que otra confesión o simplemente divertirse.
La diversión es un concepto muy versátil y cada quien tiene sus formas. Charlar, comer, practicar deportes y salir a bailar son sólo algunas de las múltiples opciones que se pueden aprovechar.
Uno de los pasatiempos que ha acompañado al ser humano desde hace siglos para entretenerse y medirse el pulso con otros, con o sin la necesidad de decidir sobre la vida del rival, o simplemente para pasar un tiempo de calidad con los más cercanos, es participar en juegos de mesa.
Cada juego de mesa responde al contexto en el que fue creado: dos ejemplos son el ajedrez y el póquer, los cuales sirvieron como campos de disputa ideológica, política y económica que han puesto a las grandes naciones en la historia de la humanidad a alquilar balcón.
Pero existe uno en particular que refleja cómo funciona el mundo hoy en día, sobre todo en los países más desarrollados del hemisferio occidental, cuyas sociedades han basado su funcionamiento en la acumulación de la riqueza, la competencia, la propiedad privada y los negocios.
Se trata del popular ‘Monopoly’, o ‘Monopolio’, un juego que mide la destreza de los participantes en los negocios, la gestión de propiedades y la competitividad.
El ganador es aquel sujeto que logre sobreponerse sobre sus rivales en términos económicos y patrimoniales dentro de un mundo ficticio representado por un tablero, dinero de papel, fichas, dados y muchas tarjetas.
Este tablero parece diseñado para ser una oda al capitalismo más puro y duro, al estilo de Alan Smith o Donald Trump. Sin embargo, este legendario tablero tiene una historia llena de política, luchas y educación.
Historia
El ‘Monopoly’, nombre con el que se le conoce hoy en día, fue creado originalmente por Elizabeth ‘Lizzie’ Magie Phillips, poeta, inventora y activista por los derechos de las mujeres, nacida en 1966 en Macomb, Illinois, Estados Unidos, en plena posguerra de la guerra civil estadounidense.
Elizabeth fue una mujer abiertamente rebelde a muchísimos mandatos que la sociedad norteamericana de entonces decretaba a las mujeres, pues ella siempre estuvo apegada a su independencia, una de las pruebas fue que no se casó joven, tal como cuenta National Geographic.
Lizzie fue seguidora del geoísmo, una teoría económica la cual expuso que los bienes producidos por la naturaleza debían ser repartidos de forma equitativa para todas las personas sin excepción, así como gravar con un impuesto único a los terratenientes para luego distribuir esas ganancias a la población.
Estas ideas fueron las que inspiraron a Lizzie a crear un tablero que les enseñara a las personas sobre esta particular ideología. Fue así como en el año 1904 Elizabeth Maggie Phillips lanzó The landlord’s game (El juego del propietario).
Éste constó de dos reglamentos, el primero fue el reglamento antimonopólico, el cual aclaró que cuando un jugador conseguía una propiedad, los demás también tenían ganancia. La partida terminaba cuando el participante con menos fondos lograba duplicarlos, por lo que no había perdedores.
El segundo reglamento fue el monopólico, el cual se asemeja al que se encuentra vigente. Con esta versión de las normas, ganaba aquel jugador que lograra dejar en bancarrota a sus rivales. Aquí existían los alquileres por caer en propiedad, así como cárcel para los deudores.
La intención de Lizzie fue representar situaciones de la vida real en los juegos de mesa, para que los participantes puedan aprender a manejar el dinero de una forma diferente a la que normalmente se pensaba.
Rápidamente, el tablero se convirtió en un éxito entre sus amigos, sin embargo, los objetivos iniciales que Phillips tuvo con su tablero fueron parcialmente ignorados por los compradores, quienes prefirieron jugar bajo el régimen monopólico, es decir, jugar a quien lograba conseguir más dinero al final de la partida.
De todas formas, Lizzie lo patentó en 1904. De ahí en adelante, ella decidió contraer matrimonio con Albert Phillips en 1910, año en que Parker Brothers, empresa distribuidora de juegos, tocó a la puerta de su casa.
La compañía decidió trabajar con Lizzie y, en ese mismo año, publicaron un mazo de cartas humorístico llamado Mock Trial.
En el año 1924, Elizabeth y su esposo decidieron hacer una segunda patente revisada del juego, ya que la primera venció en 1921. Además, este estuvo siendo utilizado de forma indebida por estudiantes universitarios, quienes incluso hicieron copias del mismo. Finalmente, lograron patentarlo ese año.
Más adelante, en 1932, se estrenó una segunda edición de The landlord’s game junto con Adgame, compañía de juegos originaria de Washington. Finalmente, Lizzie decidió vender la patente a Parker Brothers, a cambio de una suma de USD 500 estadounidenses de la época, en 1935.
Charles Darrow, un ingeniero que lo había jugado por primera vez en 1924, presentó en el año 1935 una patente modificada de la versión de Lizzie con la palabra Monopoly en todo el centro del tablero, la cual se popularizó rápidamente en todo el país.
Ni cortos ni perezosos, Parker Brothers decidió comprarle la patente a Darrow, con la diferencia de que el contrato de venta que hicieron con Charles incluía regalías, por lo cual se hizo rico, a diferencia de Lizzie, que no poseía esas condiciones.
De ahí hasta nuestros días, Monopoly pasó de ser una buena intención de enseñarle a la gente a repartir las riquezas de forma compartida a ser una competencia donde el vencedor es aquel que entiende de una forma más aguda las reglas del mercado en el que se encuentra y logre imponerse sobre los demás. Si el poder fuese tangible, sería dinero.