Como escritora y cineasta, Ana Cristina Franco también tiene algo de inventora. Esa cualidad se manifiesta en su más reciente proyecto cinematográfico, ‘El invento de la soledad’.
Hasta el momento la calidad del filme ha sido reconocida con nueve premios en un recorrido de más de 20 festivales nacionales e internacionales.
Esta comedia de factura ecuatoriana nació como un proyecto de largometraje que terminó reinventándose para un corto, que combina elementos de la realidad y la ficción.
A través de este trabajo cinematográfico, Franco tiene la intención de explorar la complejidad de las relaciones de pareja y la naturaleza del deseo.
‘Soledad’ en medio de las masculinidades tóxicas
En el centro de esta historia se encuentra Soledad, interpretada por Maya Villacreses, una mujer que ve como su hipocondría se exacerba en medio de la pandemia.
En ese contexto, decide pasar la cuarentena junto a su reciente novio, Héctor (Diego Coral), un hombre práctico, optimista y emocional, dedicado a explorar su lado más espiritual.
En medio de la convivencia, Soledad es asaltada por el recuerdo de un amor del pasado, que termina materializándose en la figura de Orfeo (Martín Varea). Este personaje resulta ser un tipo racional, serio, maduro y que acostumbra presumir de su intelecto.
Soledad intenta despejar sus dudas y temores sobre la relación actual y el recuerdo de su exnovio con su terapeuta (Alfredo Espinoza), que le ‘recomienda’ cautela.
Sin embargo, Orfeo termina metiéndose en la vida, el departamento y la cama, entre Soledad y Héctor, que dan pie a una serie de situaciones tan incómodas como divertidas, que alcanzan el nivel de la parodia.
En medio de este cuadrado amoroso (si se incluye al terapeuta en la ecuación), la intención de la directora era la de exponer y cuestionar el impacto de las masculinidades tóxicas.
Entre lo real y lo imaginario está la soledad
Alrededor del tema central sobre las relaciones de pareja, en la cinta de Franco circulan referencias sobre literatura, psicología y mitología, así como distintas capas de interpretación y lectura.
El mismo título del filme evoca la novela de Paul Auster, ‘La invención de la soledad’. Aunque película y libro coinciden en temas como la ausencia, la memoria y la soledad, la directora asegura que no hay una relación directa.
Lo que sí queda planteado es una reflexión sobre la materialidad y la virtualidad que condicionan las relaciones humanas modernas.
“Siempre será más cómodo lidiar con un recuerdo, que con un ser humano”, sentencia en un momento el terapeuta durante una consulta por videollamada.
El desafío de la convivencia y la ruptura del contacto humano por temor al contagio contrasta con el recuerdo cada vez más idealizado de una figura fantasmagórica que se anhela en su ausencia. En medio de esos dos estados aparece la soledad de la protagonista como una tercera vía.
El humor anula la dicotomía entre el dolor y el placer
Franco lleva la historia por el lado del humor negro, para el que muestra ingenio y buen juicio. A partir de esa mirada se libera cierta aprensión que supuso la emergencia sanitaria y por otro lado se permite explorar otros ángulos más complejos de lo que sería una relación de pareja reducida al idilio romántico.
“El humor anula la dicotomía entre el dolor y el placer” se escucha en un momento del filme como síntesis de la intención narrativa.
Para la directora también es importante narrar esta historia desde la comedia desde una mirada que reivindique la presencia femenina en este género. Esa perspectiva se proyecta sobre los temas abordados, así como sobre sus personajes.
La intención, dice la directora, era salir de los estereotipos femeninos anclados a la comedia romántica y construir personajes más humanos, que hablen desde lo cotidiano y la intimidad.
En ese aspecto, la actriz Maya Villacres jugó un papel muy relevante en la construcción de un personaje que cumplió con las expectativas y que incluso adoptó ciertos rasgos de la propia directora, según explica Franco.
Con la fotografía de Simón Brauer, el diseño de arte de Roberto Frisone, la música y sonido de Emilia Plonski y la producción de Tito Jara, el filme se filmó en tres días, en una sola locación en Quito.
‘El invento de la soledad’ inició su recorrido de exhibición en festivales nacionales e internacionales. Estuvo presente en festivales como el de Guadalajara, San Diego, Nueva York, California, Montevideo, Portugal, entre otros.
La cinta recogió premios en encuentros como Chicago Indie Film Awards, Hollywood International Golden Age Festival, Berlin International Art Film Festival y también fue el Mejor cortometraje iberoamericano en el Festival de Cine de Huelva.
Visita nuestros portales: