'El cine de los superhéroes nos infantiliza’, Jorge Suárez, historiador y crítico de cine

'El cine de los superhéroes nos infantiliza’, según la perspectiva de Jorge Suárez, historiador y crítico de cine guayaquileño. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO
En la vida del historiador y crítico de cine guayaquileño Jorge Suárez Ramírez la pasión por el celuloide y por la aviación son como las dos caras de una misma moneda.
¿Cuándo nace el cinéfilo?
Mi padre distribuía películas, Yo tenía 6 o 7 años. Crecí hasta los 13 años mirando en casa las cajas redondas de metal en las que venían las cintas de celuloide. Comencé a coleccionar afiches. Mi padre tenía un proyector hogareño de 35 mm, donde probaba las cintas. Para nosotros en la noche, era como ir a ver televisión. Y él tenía una cantidad de revistas de cine tremenda que yo heredé: tengo revistas desde 1940.
¿Y eso tuvo que ver, mucho después, en su relación con los Oscar?
Sabía la historia porque la había leído de muchacho. Un primo que dirigía la revista Estrellas (que ya no existe) me propuso escribir sobre cine. Comencé una serie mensual de artículos sobre la historia del Oscar. Estamos hablando del año 1965 o 1966. Esa serie me llevó de sinvergüenza a tocar las puertas de la Academia (de las Artes y las Ciencias Cinematográficas) a pedirles que me facilitaran fotografías. En la Academia me dijeron que quién me creía: ‘envíenos lo que ha escrito y lo consideramos’. Regresé a Guayaquil con el rabo entre las piernas. Mandé los artículos y me enviaron las fotos. Al año siguiente les escribí: ‘Bueno, si estoy escribiendo sobre las galas, por qué no me invitan al Oscar’. La misma respuesta. Envié mis artículos con una carta y con mi curriculum. Tres meses después fui invitado, ya está. Han pasado 53 años.
¿Habría sido aviador?
No, no. Yo soy un animal terrestre. Al volar en el Concorde, tuve la sensación de ser un astronauta.
¿En el avión supersónico?
Yo ingresé al negocio de la aviación a los 18 años en Pan American. Y después trabajé por 30 años como el representante oficial de Air France en Guayaquil. Tuve la suerte de que la ciudad y el país respondieron con muchísimo entusiasmo a ese avión. Se lo tomaba en Caracas o en Nueva York. Me convertí en el mejor vendedor de Concorde en Ecuador y como premio la aerolínea me invitó a un vuelo. Subí al avión en Caracas, pero el aparato no despegaba de forma convencional. Luego de elevarse subía de forma casi vertical hasta su altura de vuelo. En el proceso uno notaba la redondez del mundo. Ahí es que digo que me sentí astronauta.
Le ha picado el bicho de la historia ¿A qué se debe?
Mi padre afirmaba: ‘Pueblo sin pasado es pueblo sin futuro’. Siento que hago mi aporte. La historia de la aviación, el proceso de transición a los vuelos comerciales en el país, es apasionante. Nadie la conoce y es una historia que tiene que ser contada. ‘Alas sobre el puerto’ (título que lleva mi libro y cuya investigación quedó detenida por la pandemia) pretende contar esa historia, desde 1919 hasta cuando pueda estirarse la sábana.

¿Ese era el libro que quería escribir antes de publicar ‘Cine mudo, ciudad parlante’?
Claro, investigaba el pasado aviatorio. En el camino me di cuenta que tenía notas de la historia del cine mudo guayaquileño. En la investigación revisé periódicos que se publicaron entre 1896 y 1933.
¿Lo irónico es que los franceses tuvieran los títulos de los largometrajes mudos de la ciudad y que en el Ecuador ni se supiera por entonces de su existencia?
Eso me sorprendió. ¿Cómo era posible que desde antes, un visitante francés trajera la lista completa de todos los largometrajes mudos de Guayaquil? Me quedé atónito. Tenían la lista de todas las películas perdidas de (Augusto) San Miguel. En el Festival de Tres Mundos de Nantes, Francia, iban a proyectar ‘La Tigra’ (1990) de Camilo Luzuriaga y algunas de estas películas mudas. ‘La Tigra’ causó tan buena impresión que regresé satisfecho de antes, donde redescubrieron a Ecuador a través de la cinta. Y me queda rondando el reto de conocer la verdad sobre lo que había pasado con el viejo cine guayaquileño.
¿Hubo poco interés por conservar ese patrimonio?
Un amigo vendedor de antigüedades dijo que en un caramanchel, años atrás, halló un maletín de cuero. Preguntó qué contenía. Respuesta: ‘Una película de alguien que se llamaba San Miguel, creo’. No la compró porque el filme estaba en mal estado. Eso muestra el descuido, el no amar el pasado.
¿Cómo asume usted el papel de crítico de cine?
La idea es guiar al que le interese. No toda película es sobre el Hombre Araña, de terror o dibujos animados. Allí está ‘Mank’ (2020), filme cuyos ‘flashbacks’, para quienes desconocen la historia de ‘El Ciudadano Kane’, le permiten adentrarse en una película sobre otra película. Encuentro que el crítico de cine entra mucho en una comprensión emocional del género humano. El crítico es un intérprete de esas emociones, alguien sensitivo, diletante y conocedor de la historia del cine. En la crítica de ‘Madame Curie’ (2020), busco relaciones con la película de 1943. El papel de Greer Garson en la cinta de 1943 es el de una mujer dócil: su rol no tiene la fiereza de la mujer actual, ¡más arrojada!.
El cine refleja esos cambios de patrones sociales...
El cine es el espejo de la sociedad, el mundo queda reflejado como es, en sus hechos y en sus ficciones. Hablando del Hombre Araña y Hollywood ¿El cine de superhéroes da signos de agotamiento?
Yo diría que nos infantiliza. Amplía los sueños, pero limita realidades. Es una ambición limitada que crea entusiasmo. Son héroes de papel que pueden inspirar un sentido de grandeza, pero es una grandeza limitada, que no podemos seguir, como sí podemos seguir una grandeza más humana como la de Marie Curie, por ejemplo.

Trayectoria
Dirigió el programa de televisión Noches del Oscar (1976-2003) y la Cinemateca de la Casa de la Cultura del Guayas por 12 años. La pandemia le interrumpió 53 años de asistencia a los premios Oscar, en Hollywood.
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