Pocho Álvarez: 'Ecuador carece de un verbo para conjugarse'

El cineasta Pocho Álvarez, durante su diálogo con EL COMERCIO. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO

El cineasta Pocho Álvarez, durante su diálogo con EL COMERCIO. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO

El cineasta Pocho Álvarez, durante su diálogo con EL COMERCIO. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO

A César Antonio Álvarez no lo conoce nadie; a Pocho Álvarez, todo el mundo. Es uno de los mayores y más prolíficos cineastas ecuatorianos, al punto que no puede cuantificar los documentales que ha dirigido. Siempre se lo ha visto por las calles de Quito con el pelo largo, cargado de una cámara, vestido siempre de negro. Incluso tuvo un automóvil negro.

¿De dónde viene eso del negro?

De alguna manera, yo descubro el negro en el vestido a partir de la muerte de mi mami. A la hora de morir mami, cuanto yo tenía 14 años, estoy de negro. No sé cómo nos consiguieron inmediatamente pantalón negro, camisa negra, saco negro. Ese era el símbolo y el signo del duelo. Y claro, para mí la muerte de mami fue un terremoto en mi existencia. La primera gran muerte de mi vida, el primer eclipse de un universo y de todo ese significado para un niño que es la palabra mamá. No tendrás nunca más ese universo.

¿Un luto eterno?

Nos quedamos de negro durante una temporada. Y descubro que el luto es un pretexto maravilloso para no ir al Colegio San Gabriel con el uniforme, que era realmente horrible (risas). Usé el negro casi dos años por luto y todo el mundo me respetaba porque, curuchupas, era imposible quitarme el dolor. Y descubro luego el universo de no tener que cambiarse de ropa en función del color. Pero no es que me haya rodeado un aire misterioso. Al contrario, era una cuestión de utilidad concreta.

No es muy frecuente decir ‘mami’ ante los otros. Se la evoca como mi madre, mi vieja. Usted ha usado siempre ‘mami’.

Es que es el eclipse de algo tan tierno. Cuando se eclipsó el universo de mami, de alguna manera se fue desvaneciendo la ternura. Entonces te queda esa palabra: “mami”. Es como recuperar esa memoria tierna que tienes. Eso no quiere decir que no he vivido momentos tiernos con mi padre, pero los vividos con mi madre son referente de lo más tierno que puede haber.

Algo que ocurre en estos tiempos es que, en muchos diálogos, el tema de la muerte está presente.

En nuestra cultura, la muerte no es entendida como la respuesta a la vida y la enfermedad es la vida misma. Un viejo poeta manaba, Dumas Mora Montesdeoca, decía que “la vida es linda mientras se carga, no cuando se arrastra”. Y es así. La vida hay que cargarla porque encima van los sueños, los despertares de nuevos universos. Cuando vas arrastrando la vida es porque no tienes más opción que dejar que la vida se renueve. ¿Con qué? Con tu propia existencia, ya sin sueños. Y ese es un desafío porque es difícil de entenderla como plural. Buscamos prolongar el placer, el poder, buscamos prolongar todo lo que yo creo que es efímero.

Para eso está el arte...

Yo me planteo ser un testigo y una memoria del tiempo que me tocó vivir. Eso es el arte. Es el registro, muchas veces bella y terriblemente crítica, de un tiempo. Pero es un tiempo que te toca vivir a través de principios que son inmanentes, y que son luz en términos de los que significa preservar de la vida de cualquier otra tentación que signifique someter la existencia. ¿Qué es esta pandemia a parte de todo el problema de salud? Una crisis civilizatoria de la cual no tenemos conciencia porque nuestra condición humana no nos lo permite. Y la conciencia humana no es un ejercicio individual sino plural. La pandemia nos devela la ausencia de un ‘acuerdo humanidad’ porque hay intereses individuales, no universales.

¿Por qué no has hecho alguna película de ficción?

El documental de alguna manera es la búsqueda de la ficción de la realidad. La ficción en términos del cine es la realidad reinterpretada por el autor, la ebullición de ideas y de experiencias que se juntan en la pluma de un escritor, en la capacidad de interpretación de un actor, en la capacidad que tiene el director de juntar esos talentos. La ficción es muy completa, pero creo que es más difícil expresar la ficción de la realidad.

¿Por qué entonces la narrativa del cine ecuatoriano se ha acomodado mejor a los documentales que a la ficción?

El cine ecuatoriano nace con la desesperación de lo que significa crear pertenencias. Ese es el gran problema nuestro. ¿Cuáles son las pertenencias nuestras culturalmente hablando? Es la ficción de lo que podremos ser de este espacio que se llama Ecuador. Tenemos un problema: tenemos fracturado el nosotros y no tenemos un verbo que nos permita conjugar el plural. Tenemos una memoria que se llama olvido. Y queremos reinaugurar permanentemente esa memoria sin entender que somos la consecuencia de algo. Y uno de los grandes problemas es su fractura en términos de lo que significa su continuidad histórica, no voy a decir como nación sino como plural, que no logra encontrar un verbo que le permita conjugar. ¿Qué significa conjugar? Respetar los tiempos, el nosotros, los sujetos.

Usted tuvo un historial con el socialismo, que viene a ser en teoría ese plural. Fue a la URSS a estudiar cine y en Cuba filmó ‘Un largo lagarto verde’...

El socialismo real deviene en esa suerte de lo que significa gozar del poder, no la construcción de un mundo distinto ni la utopía de avanzar en la relación del ‘nosotros humanidad’. No puso en la práctica aquello de que el otro me hace ser lo que soy y que debo agradecer su influencia y aceptarla como tal, porque el principio de que yo exista es el ‘otro-diferente’, no el ‘otro-igual’. En cambio en el poder, cualquier poder, la exclusión de todo aquel que es diferente es política como gobierno; y el socialismo en la práctica fue la exclusión del diferente, de los que no piensan igual. ¿Qué es lo hizo Correa, Maduro, Evo Morales? ¿Qué es lo que han hecho todos los gobernantes socialistas o comunistas que se empotraron en el poder? Disfrutarlo y, entonces, para que eso sea así se deben rodear de las servidumbres y eliminar a los que protestan.

TRAYECTORIA

Nació en Riobamba, en 1953. Es uno de los documentalistas más respetados del país y siempre vinculado a causas sociales. Entre sus películas se cuentan ‘The Green Deal in Cambodia’, ‘Texaco Tóxico’, ‘Un largo lagarto verde’, ‘Nosotros, una historia’.

Esta entrevista se publicó originalmente en la edición impresa de EL COMERCIO, el 3 de mayo del 2021.

Suplementos digitales