Las puertas cerradas, algunas con candado, aparecen en hilera desde el primero hasta el segundo piso en donde la humedad se impone al frío y silencio. Tras subir los escalones de piedra, una alfombra gris sin fin ya calienta el suelo sobre el que están un par de oficinas de donde provienen risas y conversaciones silenciosas. Son las 11:30 pero las luces artificiales son necesarias porque el sol no se percibe.
Las voces provienen de la oficina donde funciona la Dirección de Teatros de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE) hace un poco más de 20 años, en el emblemático ‘Edificio de los Espejos’ cuya construcción finalizó en 1940. Y desde entonces las variaciones de las casi 17 salas, tres teatros, un museo y la biblioteca le son ajenas a todo este lugar.
Vecina de años de esta misma oficina se esconde en una esquina la sala de ensayos del coro de la CCE. En su interior conserva –también desde tiempo atrás- algunas reliquias. A los costados de este espacio, hay más puertas cerradas.
Un piso más arriba de este lado del edificio ovoidal está uno de los tres teatros –el preferido en los últimos meses- donde las deficiencias saltan a la vista de cualquier experto en sonido e iluminación. Es el Demetrio Aguilera Malta que acoge a 297 butacas pero que ya no ofrece la comodidad de sus primeros años
Andrés Viera es el actual coordinador técnico de los teatros de la CCE e indica que durante la pandemia este escenario –tipo auditorio- fue solicitado repetitivamente por gestores y artistas para sus reuniones y presentaciones. Pero su sistema eléctrico es una amenaza. “Los mandamos a reparar y se vuelven a quemar porque la sala como tal tiene problemas”, dice Viera mientras señala los dos cajetines que están sobre el escenario y el único parlante bajo.
Al ser uno de los espacios más solicitados son evidentes los recientes arreglos en el ‘back stage’ desde donde el martes 19 de octubre del 2021 salió un gato que huyó por las sillas hasta la puerta. La guarida del minino luce ahora con camerinos limpios, iluminados y un piso recién pintado.
Del otro lado del teatro, la obscuridad y los candados vuelven a ser el centro de atención. Allí se esparcen algunas salas que a decir de Viera han pertenecido desde hace años a diferentes colectivos que todavía “le dan vida” a la CCE como la de El Triciclo, destinada a las artes escénicas. En su extenso ‘lobby’ -donde tranquilamente puede entrar mobiliario u otra sala- no hay más que vacío y más puertas. La misma antesala tiene el Demetrio Aguilera, aunque luce mejor por su extensa pared de espejos.
Las necesidades de los teatros más grandes de la sede son otra historia. La aún blanca lona que cubre el ágora, por ejemplo, corre el riesgo de desprenderse. Para reparar esa infraestructura, el piso de cemento y la parrilla móvil del escenario que no funciona desde hace 10 años, se requieren al menos USD 2 millones.
Mientras que, en el Teatro Prometeo el agua ya inundó el 50% de sus camerinos. Y para cambiar las descontinuadas luces del Teatro Nacional y reparar las goteras que son una amenaza para los equipos, se necesitan otros USD 500 000. Un gasto que la nueva administración no está dispuesta a invertir, o al menos no por el momento.
El nuevo presidente de la CCE, Fernando Cerón, conoce sobre los problemas de infraestructura en toda la sede. Sin embargo, afirma que no es una prioridad porque en los núcleos provinciales la situación es peor y los cerca de USD 14 millones de presupuesto que tiene la entidad deben distribuirse adecuadamente para las 24 provincias. “El problema crítico de la infraestructura no está aquí, sino en los núcleos como Manabí, Esmeraldas, Santo Domingo, Galápagos, El Oro o Los Ríos”.
Fidel Intriago, director del núcleo de Manabí, lo confirma. La casa de Portoviejo donde opera, está en constante riesgo de inundación. En el 2017 el crecimiento del río Portoviejo ya destruyó la biblioteca y más de 3 000 libros. “La infraestructura en Manabí debe empezar de cero”, asegura. Y para eso requiere al menos USD 4 millones.
Para solucionar el acceso a los espacios en el edificio de los espejos o la misma casona, la CCE entregó la potestad de esa distribución al núcleo provincial, tal y como lo establece la Ley de Cultura. Hasta allí ya acudieron colectivos como el Colegio de Artistas Plásticos de Pichincha en la búsqueda de un espacio fijo para sus reuniones y exposiciones.
Así lo comenta Raúl Medina, exvicepresidente de este grupo. “En la administración de Raúl Pérez hicimos un acercamiento nos recibió cordialmente, pero nos dijo que no disponían de espacio”. Eventualmente, agrega, les facilitan una sala para una asamblea o muestra.