Libros para meter los dedos en los orificios hallados en sus páginas; libros para ver con gafas; libros para pasarles las yemas de los dedos, una y otra vez; libros para marearse viéndolos; libros para abrir bien los ojos; libros-objeto que no pretenden explicar nada, que solo convocan a los sentidos.Los libros de Sara Roitman, ‘Imperdible’, y de Simón Brauer, ‘Quito profundo’ son los más recientes exponentes ecuatorianos de este tipo de libros, que han tenido un predecesor tan ilustre como ‘Pachanga’, de Belén Mena (ganó el primer premio en el International Forum of Design, en el 2008).Las obras de Roitman y Brauer están presentes por todos lados en estos días; el primero porque acaba de ganar el premio mundial de impresión (Printers of the Year 2010), y el segundo porque está recién salido de la imprenta y acompaña hasta mañana una exposición de fotografía en tres dimensiones en la Casa de la Fundación Teatro Sucre, ubicada en el mismo teatro.La propuesta de Roitman responde a lo que se espera de un libro objeto clásico. De una belleza que se impone desde el primer momento en que el libro está a la vista, ‘Imperdible’ invita a ser tocado. La mezcla de texturas, jugando con una portada mate y brillante, portadas interiores con el dibujo de una muñeca (¿o una niña?) en bajorrelieve, un sobre que esconde imperdibles o inesperados agujeros en las páginas, hace de la experiencia de hojear el libro todo un goce. Es precisamente lo que debe lograr un libro-objeto, que no es más que una obra de arte.Roitman, conocida artista visual, chilena israelí que vive en el país desde 1987, para quien los libros son una necesidad vital, resume el placer de acercarse a un libro de estas características de la siguiente manera: “Así como hay gente que se compra una chaqueta para abrigarse por fuera, yo necesito un libro para que me contente por dentro”. Pasa con los libros más tradicionales (una novela bien escrita), como pasa con los libros que se convirtieron ellos mismos en un objeto de arte.Mientras Roitman recoge, con un diseño impecable -a cargo de Mena- lo más destacado de su obra en fotografía a lo largo de más de dos décadas, Brauer propone con su libro volver la mirada hacia una faceta solitaria y nostálgica de Quito, pero desde la tercera dimensión.Pese a la novedad que implica el efecto 3D en las fotos, razón por la cual el libro debe verse con un par de gafas, Brauer asegura que no es un libro efectista. “Cuando hice el libro no quería que sea un libro de efecto, sino que las fotos sean lo suficientemente sólidas, que te digan algo”. Y dicen. Sobre todo son la nostalgia y la soledad las que hablan a través de sus fotos. El ‘Quito profundo’ de Brauer, ese en el cual el espectador siente que puede meterse, gracias al efecto tridimensional, se enmarca mayoritariamente en espacios que evocan la religiosidad y lo espiritual: iglesias y cementerios. Aunque también hay personajes: mendigos, ancianos, locos… Una vez metido en el libro, es fácil quedarse atrapado en esa atmósfera particular.Entonces el libro cumple a cabalidad su cometido artístico: quien se enfrenta a él no se queda indiferente. Puede gustar más o menos, pero inevitablemente plantea cuestionamientos, curiosidad. Es decir, ‘Quito Profundo’ es arte en acción.Ambos autores, aunque con temas tan disímiles como el arte contemporáneo (Roitman) y la nostalgia (Brauer), coinciden en algo: estos son libros lúdicos, libres, que sirven para gozar.