Las visitas el cementerio de Cotacachi se hacen en familia, para rezar, comer o estar unos minutos junto a las tumbas. Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO
Hasta el año pasado, José Antonio Flores se encargaba de rezar por las almas de las personas que han fallecido. Esta vez, una dolencia en sus rodillas le impedirá a este indígena, de 74 años, recorrer las casas kichwas de Morochos, en Cotacachi, Imbabura.
En las parcialidades nativas personajes como Flores son conocidos como Ángel Kalpay (Ángel que corre, en español). Es por ello, que en Cotacachi la conmemoración por el Día de los Difuntos empieza este martes 1 de noviembre de 2016.
José Bonilla, vecino de La Calera, recuerda desde niño que el Ángel Kalpay, que viste de blanco y se cubre la cabeza con un pañuelo morado, realiza plegarias en todos los hogares. También lleva un crucifijo y una campana que, mientras eleva las oraciones al cielo, acompaña los rezos, comenta.
Ahora, Bonilla tiene 58 años. Asegura que esta tradición aún subsiste en Cotacachi. Hoy, así como en años anteriores,
llevará un envase con agua bendita, que la adquiere en la iglesia, en la ceremonia que empieza a las 06:00.
El líquido sagrado lo esparce, luego, en cada inmueble de los deudos. Ahí, la familia recibe al mensajero con ofrendas, que consisten en pan y frutas. Los presentes se entregan al rezador, por cada una de las almas por las que intercede.
Cuando se trata de un fallecido varón, sus parientes ofrecen panecillos con figuras de caballos y palomas, explica Bonilla. Si son mujeres se entregan panes en forma de muñeca. También, frutas como plátanos, naranjas, manzanas…
Cada rezador tiene un acompañante que le ayuda a llevar el cargamento de ofrendas, que recibe en cada vivienda. La primera vez que José Flores se vistió de Ángel Kalpay estaba en la escuela. Lo hizo por un pedido de su padre, que lleva su mismo nombre. Con celo guarda las oraciones que le enseñaron con esmero las monjas que le daban clases.
Al comienzo, a Flores le acompañaba su progenitor, ya fallecido. Luego le asistía su madre y, hasta el año anterior, su hermano político, José Fueres. Por lo general, las visitas terminan cuando el sol se oculta, comenta María Juana Fueres, esposa de Flores. Luego la extensa jornada concluye con una oración, que el Ángel Kalpay, recita en su hogar. A pesar de la amplia variedad de alimentos que recibe, este personaje tradicional se mantiene en ayuno en ese tiempo.
El ritual kichwa de recordación de los muertos continúa al día siguiente en el cementerio. Hasta ese lugar llegan los habitantes de 23 comunidades kichwas, explica Alfonso Morales, presidente de la Unión de Organizaciones Indígenas y Campesinas de Cotacachi.
Los deudos de los fallecidos “comparten” la comida con sus muertos. A esta práctica se la denomina Wakcha karay (Ofrenda de la comunidad). De esta manera, se refleja la cosmovisión indígena que considera que tras de la muerte hay una segunda vida.