Las ya habituales invasiones de tierras por parte de quienes no la tienen, casi siempre utilizados y engañados por la garra insaciable de los especuladores, tiene más lecturas que las que salen de las invasiones en sí.
Una de ellas es, por ejemplo, la utilización del suelo. Es necesario replantear este uso. Es un hecho que las zonas consolidadas no siempre resultan atractivas para las clases altas, ya que están saturadas de ruido, esmog, tránsito caótico’ factores negativos de los que huyen sin remedio.
Lo malo es que en su búsqueda de un mejor hábitat, casi siempre en las periferias o los valles aledaños, al final arrastran a las clases populares, las cuales conforman barrios alrededor de las viviendas suntuarias. Estos, nacidos sin ninguna planificación, carecen de los servicios que sí tienen las urbanizaciones de alta gama, energía eléctrica, telefonía, transporte.
Tampoco es adecuado que los sectores populares ocupen los sitios inaccesibles de las urbes por la misma razón anterior: la total falta de infraestructura y servicios.
A la larga y después de muchos contratiempos, los municipios acaban por dotar de los servicios a esos barrios pero a precios muy elevados. Valores que se recuperan mediante el cobro de planillas’ a todos los ciudadanos.
Esas zonas de difícil topografía ofrecen un gran paisaje, atractivo para el diseño arquitectónico, aunque requieren de una apreciable inversión monetaria. Pero, al ser privados, ahorrarían al Municipio las onerosas inversiones subsidiadas a los pobres. ¿Qué les parece la idea? ¿Loca?