La mayoría de expertos piensa que el diseño salvará al mundo. En ese andarivel se enmarcan el catalán Juli Capella, el egipcio Karim Rashid o la iraquí Zaha Hadid.
Los comentarios de los tres profesionales, popes de la arquitectura y el diseño de vanguardia, solamente confirman el criterio de uno de los gurús del diseño contemporáneo, Alan Fletcher, quien también estaba convencido de la calidad redentora del diseño.
Cuando hablaba de la noción de diseño, Fletcher ponía en primer plano el significado que el diccionario inglés atribuye a ese vocablo: plan mental. Así, todo es posible de ser diseñado.
La praxis no hace otra cosa que refrendar con hechos esos conceptos. Y van desde los accesorios para cocinar mejor y más seguro hasta el riego por goteo en desiertos y otras zonas áridas.
Son muestras de diseño que ayudan a imaginar un mundo menos dilapidador de recursos no renovables y más comprometido con el medioambiente.
Tal vez el diseño industrial no logrará salvar al mundo por sí solo, pero está dejando de ser solo un recurso cosmético para embellecer nuestro entorno; ahora busca que el hábitat humano sea más armónico, gratificante y sano. Y más asequible para todas las personas, incluso para las más pobres.