Un cucharón de madera sirve como agarradera en la puerta principal del restaurante Cocolón. El sitio, ubicado en el centro comercial Piazza Ceibos, en el norte de Guayaquil, da elegancia a los instrumentos de la cocina típica guayaca.
El piso de cerámica con diseños contribuye al ambiente, que simula una gran cocina. En la parte superior de las paredes están guindados trinches y espátulas. Y del techo cuelgan grandes pailas arroceras, pintadas a mano con colores brillantes.
Los tonos verde y amarillo rompen con los colores tradicionales de las sartenes de acero. En estas se cocina el arroz en el campo. También hay estanterías de madera, copadas con sacos de yute y cacerolas de acero.
El Cocolón saca la cocina de antaño a la mesa. Es un espacio que combina elementos de lo tradicional con lo urbano.
Un mural teñido de colores modernos da la bienvenida. En el fondo tiene brochazos celestes, blancos y tomates. Sobre este descansan cazuelas multicolores, evocando un ‘collage’ de arte contemporáneo.
Aunque primen los colores tierra, las combinaciones con rojo, azul, naranja y verde se repiten en otros espacios, como en los cuadros ataviados con latillas arroceras, que se despiden del fogón para ser parte del decorado en los rincones.
Irina Yaguno, miembro de esta cadena de restaurantes, dice que la originalidad es el principal ingrediente de la decoración. También es el primer bocado para los ojos de los clientes, mientras esperan la llegada de su plato caliente, recién salido del fogón.
Cada sitio de Cocolón está lleno de detalles. El arroz no solo aparece en los platos criollos que son parte del menú. Los granos blancos adornan el bar, reposan en recipientes junto a la puerta de entrada y copan las ollitas de acero que descansan en la escalera que conduce a la cocina.
La madera da un sabor especial al ambiente. Aparece en las mesas con cubiertas que simulan vetas de ébano, en las sencillas sillitas rojas y en los paneles en forma de ventanas tipo chaza, del Guayaquil antiguo.
La iluminación es cálida. Sus amplios ventanales permiten el paso de la luz natural. Esta se mezcla con los puntillos de luz que salen de las novedosas lámparas, colgadas sobre las mesas. Son cernidores metálicos que forman luminarias.
Para quienes disfrutan de la luz de las velas, el sitio rescata la costumbre del candil y de las botellas de licor que funcionan como candelabros improvisados.
La receta de diseño del restaurante Cocolón se repite en sus otros locales de Samborondón y en el centro de Guayaquil, frente a la plaza San Francisco.
Varias fotos de clientes degustando los platos se camuflan al fondo, entre una pared blanca y cuadrículas de mimbre, en tono café oscuro. Son tomas en blanco y negro, que intentan llevar al comensal a recordar hoy el Guayaquil del ayer.