Quien no haya oído hablar, al menos una vez en su vida, de la Circasiana, no puede adjudicarse el título de quiteño o residente de la capital.
Este palacio, cuya construcción empezó en 1890, es una de las edificaciones patrimoniales más icónicas del patrimonio capitalino, a pesar de que no fue registrada entre las siete maravillas quiteñas.
El edificio está ubicado en el límite occidental del bohemio y turístico barrio de La Mariscal, donde se concentra la vida nocturna de la urbe, aunque en la primera mitad del siglo XX fue un tranquilo y exclusivo sector adonde los quiteños más acomodados trasladaron sus residencias.
De hecho, explica el Arq. Patricio Chacón, del Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP), que acaba de rehabilitar el inmueble, el edificio cambió la fisonomía de la zona. La Circasiana, construida en varias etapas por la familia Jijón, fue la primera mansión neoclásica construida en Quito y es conocida como uno de los mejores ejemplos arquitectónicos neoclásicos del país.
Quien levantó los planos fue el arquitecto alemán Francisco Schmith. En 1908 terminó la primera etapa de construcción, con la muerte de don Manuel Jijón Larrea. En 1935 Jacinto Jijón y Caamaño inicia la ampliación definitiva, con la construcción del bloque occidental y las dos alas.
La Circasiana fue bautizada así en honor a la madre de Jacinto Jijón y como recuerdo de la belleza de la mujer de Circasia, una parte de la región caucásica de Rusia.
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