A pesar de que arrastra miles de años de “edad”, este caballero no tiene ningún problema para integrarse en las fiestas de adolescentes. Su empatía con la muchachada es tal que sin él no hay vacilón.
El alcohol es el alma de las megafiestas juveniles y la puerta de entrada para el consumo de otras drogas como marihuana, cocaína y metanfetaminas (éxtasis).
El médico Sebastián Marín, del Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA), ha participado como representante de esa institución en los llamados “operativos barra libre”, que coordina el Instituto Costarricense sobre Drogas (ICD).
Marín advierte sobre los riesgos del consumo experimental que se da en esas fiestas: “Los adolescentes van motivados por la curiosidad de experimentar sensaciones, de divertirse o por moda. Como no saben lo que se van a encontrar, no miden el peligro”, explicó Marín.
El médico confirmó que la sustancia más consumida es el alcohol, que prepara el terreno para que los muchachos empiecen a experimentar con otras drogas.
Marín advirtió de que el peligro está presente desde los primeros tragos, y no es necesario llegar a intoxicarse o caer fulminado por la borrachera para enfrentar situaciones de riesgo.
“Alguien puede pensar que una o dos cervezas no son nada. Sin embargo, con esa cantidad la persona empieza a sentirse más relajada y desinhibida. En ese estado, se pueden tomar decisiones más arriesgadas que las que tomaría cuando se está sobrio”, dijo.
El alcohol actúa en el lóbulo frontal del cerebro, que es la zona en la cual se controlan las funciones del raciocinio (inteligencia aplicada) y el juicio; es decir, la capacidad de tomar decisiones.
“Recordemos que los adolescentes están en pleno desarrollo físico y mental. El lóbulo frontal no alcanza su madurez hasta los 24 años, de modo que cualquier alteración puede tener efectos a corto y a largo plazo”, expresó Marín.
Los efectos son más graves conforme aumenta el consumo de unidades de alcohol. “En algún punto, se puede llegar a sentir eufórico y animarse a probar otras drogas para mantenerse en ese estado”, dijo Marín.
Los efectos del alcohol se han identificado de manera estándar; sin embargo, cada caso es diferente, pues intervienen muchos factores. Entran en juego la edad, el sexo, el peso, la condición general de salud de la persona, la capacidad metabólica del hígado, y hasta el hecho de que haya comido o no.
Con Marín coincide la doctora Luisa Oviedo, de la Clínica Villa Paz: “Si un joven de 14 o 15 años nunca ha tomado en su vida y consume tres cervezas –que parece poco–, puede sufrir una intoxicación pues su organismo no está acostumbrado”, explicó Oviedo, especialista en el tratamiento de adicciones.
Ambos médicos coinciden en que no necesariamente quienes se involucran en el consumo experimental, desarrollan adicción, pues entran en juego la predisposición genética, el ambiente en el que se desarrolla el joven y su estado psicológico.
“Quien encuentra en el alcohol un alivio o consuelo para alguna situación que le genera malestar, seguirá buscando esa sensación una y otra vez”, declaró Marín.
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