La mayoría de agrupaciones, como Son del Valle, está compuesta por músicos de varias edades y comunas. Foto: Francisco Espinoza / EL COMERCIO
Dixon Suárez tiene la fama de hacer llorar al requinto. A pesar de sus 15 años es un diestro intérprete de la bomba, la música de los afrodescendientes de la Sierra norte.
Como la mayoría de niños, aprendió viendo como los adultos alegraban las fiestas locales, pues aún no hay una academia para este género.
Dixon Suárez tiene el ritmo en sus genes, pues su padre Raúl, es integrante del grupo los Auténticos del Valle. Como este hay aproximadamente 28 conjuntos musicales en el valle del Chota.
Casi todas están integradas por familiares y amigos que dominan los instrumentos como la bomba (como le denominan al tambor del cual toma el nombre este ritmo), la guitarra, la hoja y las maracas.
Para Plutarco Naranjo, líder del grupo Marabú, la mayoría es intérprete que aprendió escuchando a otros músicos de las localidades. No todos han tenido la suerte de incursionar en esta pasión con instrumentos musicales.
Eduardo Méndez, percusionista del grupo Son del Valle, recuerda que cuando era un niño aprendió el compás del ritmo utilizando tarros de plásticos como timbales o bongó. También, recuerda que un envase labrado de aceite de cocina, con una peinilla, reemplazaba muy bien al güiro.
Con los años, han aparecido nuevas agrupaciones. “Ya no hay tanto celo de los adultos hacia los niños”, señala el guitarrista Jhonatan Chalá.
Los actuales músicos son herederos de la llamada banda mocha, que utilizaba instrumentos que se conseguían en la naturaleza. Quizá uno de los íconos era la hoja de naranjo.
Los artistas tomaban con sus manos una hoja verde y soplaban con fuerza en uno de los filos obteniendo un sonido similar al del clarinete. Ahora se alterna con guitarras eléctricas y sintetizadores. Pero lo que no ha pasado de moda es la bomba, el pequeño tambor fabricado con madera de balsa y piel disecada de chivo.
Ese es el secreto de los sonidos cadenciosos, alegres y armoniosos. Así explica Xavier Méndez, del Centro Cultural Intercomunitario de El Juncal del Ministerio de Cultura.
Méndez enseña a los niños de la localidad el golpeteo del tambor. “No se toca en el centro, sino en los extremos”.
El ritmo también ha sufrido una variación. Según b, autor del libro Afrochoteñidad: la bomba, construcción y exponentes, antes el ritmo era más cadencioso y suave. Ahora el ritmo es más rápido por la incorporación de los instrumentos modernos.
La mayoría de intérpretes de la bomba ha heredado la tradición de sus mayores. Tal vez por ello es que no tienen partituras de las canciones. Por eso, buscan que se declare a la bomba como un género de música nacional. Este proceso viene desde el 2005, explica Plutarco Viveros, líder de la Red de Gestores Culturales.
Intercultural
Los niños heredan la música tradicional de afros de la Sierra norte viendo a los intérpretes adultos. Hay 28 grupos de música.