Malú Espinosa, bellydancer e instructora profesional, trabaja en la postura y equilibro desde la posición inicial de las rutinas de belly fitness. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
No se trata de la popular danza árabe. Es, más bien, un sistema de entrenamiento que utiliza movimientos del bellydance –la danza del vientre– para tonificar los músculos y reforzar el ejercicio cardiovascular.
A diferencia del baile, las mujeres que lo practican no necesitan aprender coreografías ni ritmos. Tampoco tienen la presión de presentarse sobre un escenario. Es simplemente otra rutina de ejercicio que sirve para relajarse y terminar el día con ánimo y energía.
Está dirigido principalmente a mujeres adultas, pero niñas desde los 4 años también pueden practicarlo. Además, no es un ejercicio de alto impacto por lo que no afecta a las articulaciones y las lesiones no son muy frecuentes.
El bellyfitness nació apenas hace dos años en Estados Unidos. Una bailarina e instructora de origen griego se dio cuenta del esfuerzo físico que generaba la repetición de ciertos movimientos del bellydance. Entonces los incorporó a ciertas rutinas fitness. Rania Bossonis es autora de una serie de videos de fitness y también del libro ‘Bellydancing para el fitness’.
En el Ecuador, esta actividad recién se está dando a conocer entre las mujeres que se interesan por el ejercicio. Malú Espinosa, bellydancer e instructora profesional de esta disciplina en Matahari Dance, recuerda que hasta hace poco tiempo se consideraba a las danzas árabes como bailes eróticos, bastante lejos de ser un ejercicio físico. “Recién se lo está tomando con seriedad y como algo artístico”, asegura.
El objetivo principal del bellyfitness es encontrar el peso ideal de las mujeres. Al hacer los movimientos las personas se dan cuenta de si están muy pesadas o muy livianas. “Como se trabaja con el propio cuerpo, tienes más conciencia de tu peso, de tus fortalezas, de lo que tienes que trabajar más”, asegura Espinosa.
En una sola sesión de 60 minutos de bellyfitness, realizada correctamente, se puede quemar de 300 a 400 calorías y trabajar varios músculos en cada sesión. Se recomienda practicar por lo menos dos veces a la semana para que el cuerpo se acostumbre a los movimientos y el trabajo sea continuo y efectivo. El primer paso es trabajar en la postura del cuerpo.
Para evitar lesiones se debe corregir la posición de la cabeza, espalda, hombros y cadera para que esté alineado y de esta forma los movimientos se puedan realizar sin lastimarse. Luego, mediante la repetición prolongada de movimientos específicos se realiza un esfuerzo cardiopulmonar.
Se aprende a disociar el cuerpo, esto quiere decir que se pueden trabajar distintas partes por separado. Por ejemplo, cuando se mueve la cadera de un lado a otro y el torso de arriba hacia abajo, al mismo tiempo, el resultado es un ejercicio compuesto para tonificar los músculos oblicuos de la zona del abdomen.
Cristina Herrera, de 24 años, tomó clases de bellyfitness a finales del año pasado. “No me gustaba hacer ejercicio, pero estaba pasada de peso y necesitaba bajar”, asegura. Entonces se encontró con este entrenamiento. Siempre le llamó la atención la cultura de Oriente Medio y decidió probar. “Primero aprendí a conocer mi cuerpo, a quererme como soy y luego a trabajar para estar sana y cómoda”.
El amor propio es uno de los objetivos de este ejercicio. Según Espinosa, las mujeres que lo practican aprenden a dejar de cuestionar su imagen en el espejo. Entonces empiezan a experimentar mayor aceptación y aprecio por su cuerpo.
Algo fundamental que señalan los expertos es que no se requiere tener una figura específica para practicar este estilo. Según la entrenadora, este tipo de fitness no busca que todas las mujeres alcancen la misma figura, sino una con la que se sientan cómodas y seguras, cualquiera que esta sea.
En Quito, algunos estudios de baile han incorporado esta rutina de ejercicios. Matahari Dance Studio y Damiana Levy Oriental & Bellydance Studio ofrecen este tipo de programas.