Todas las botellas que Britany Cárdenas encuentra a su paso -en la calle o en un parque- terminan en su casa; las lava y las almacena dentro de una bolsa de basura: una tras otra superaplanadas.
Cuando el contenedor está a tope acude a una recicladora para vender todo el material. También lleva cartones. Por cada entrega mensual recibe entre USD 5 y 6.
Con ese dinero compra ‘snacks’ o lo ahorra para adquirir pañales para su hermanito menor. Esta niña recicla desde que estaba en el jardín; ahora tiene 12 años. Lo hace porque ama a su planeta. Le preocupa el calentamiento y la contaminación de los mares y océanos. Además, halló una forma honesta de obtener dinero.
Reciclar toma su tiempo, pero a Britany eso no le importa. Asegura que esa actividad le divierte. También le ayuda a despertar su creatividad. Durante la pandemia, por ejemplo, hizo muchísimas manualidades. Con varias piezas de cartón y un par de botellas plásticas, construyó una casa para sus muñecas y decenas de juguetes.
“Me aburrí durante el aislamiento y empecé a construir cosas. Fue muy divertido”.
Apoyo de familiares
La motivación y apoyo de los padres, hermanos mayores, abuelos y más familiares es determinante para que los pequeños cultiven esa buena costumbre.
Britany empezó a reciclar motivada por su abuelita Elsa. Hasta ahora salen juntas, con una funda de basura en las manos, para recuperar las botellas que otras personas desechan en el espacio público. Su abuelita Ligia -en cambio- le regala cajas de cartón.
Esta pequeña confiesa que en cada salida encuentran material para reciclar. Los hallazgos la emocionan, pero también la hacen preguntarse las razones por las que la gente es incapaz de colocar los desechos en su lugar.
“Es muy fácil. Si no encuentras un basurero cerca regresa los desechos a tu casa”, reflexiona.
Las hermanas Mhia Valentina y Linda Isabella Lara se formulan la misma pregunta. La acción de esas personas las agobia porque saben que muchos de esos desechos terminan en el mar y que los animales corren el riesgo de confundirlos con comida y devorarlos.
“Las tortugas pueden comerse el plástico y los tiburones o ballenas pueden quedar atrapadas”, dicen.
De acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), cada año acaban en el mar 640 000 toneladas de aparejos, responsables de entre el 5% y el 30% del deterioro de los bancos de peces pescables. Además, suponen un 58% de los macroplásticos del océano.
Con la intención de reducir ese riesgo, con la ayuda de su mamá y de su abuelita, se sumergieron en el mundo del reciclaje.
Mhia tiene 7 años y Linda 5, y juntas recuperan las bolsas plásticas para darles un segundo uso. Para mantener el orden, las almacenan en un botellón de plástico.
Lo mismo hacen con los rollos de papel higiénico. Con esos elaboran manualidades; los pintan y decoran a su gusto, y están listos para funcionar como lapiceros, joyeros o como contenedores de brillos labiales y maquillaje.
A las canecas de aceite las lavan y las reutilizan como maceteros. Hace poco sembraron un pequeño ciprés. Linda Isabella lo ‘presume’ a sus visitas.
Como Britany, estas dos pequeñas también se divierten reciclando. Esa es la clave, advierte la microbióloga Judith Romero, para que los más pequeños de la casa se enamoren de esa actividad.
En los menores de edad, el reciclaje debe ser como un juego para que fluya con naturalidad. Los padres les pueden leer libros o invitarlos a ver ‘pelis’ o series que promuevan esa actividad. También les pueden entregar premios por recuperar objetos reciclables.
Mientras se clasifica el material es importante socializar los problemas ambientales, también de forma lúdica. Así los niños se sentirán más conectados con las necesidades del planeta.
Material para reciclar
La gente se concentra en reciclar botellas plásticas, pero en los centros de reciclaje también reciben celulares, conectores, fuentes de poder, monitores, teclados, discos duros, procesadores, memorias, impresoras, vidrio, papel químico, radiadores, plástico duro, material hecho con cobre y PVC…
La lista de posibilidades es amplia. En esos lugares de acopio se paga por kilo: el de cartón se encuentra entre los USD 0,13 y 0,15.
Por el kilo de plástico duro pagan hasta USD 0,50 y por el kilo de un plástico denominado chicle se recibe entre USD 0,25 y 0,30. El kilo de chatarra cuesta USD 0,18.
Romero recuerda que todos esos materiales los reciben también los recicladores que visitan los diferentes barrios. Así ya no tienen que meter sus manos dentro de los contenedores de basura. Cuando hacen eso corren el riesgo de cortarse y enfermarse.
Para reciclar
En los diferentes centros de acopio también reciben CPU completos e incompletos y tarjetas de celular.
En la categoría papel-cartón se puede vender papel bond blanco e impreso, papel químico, papel periódico.
En la lista de metales ferrosos y no ferrosos figuran: elementos de bronce y cobre, radiadores de cobre-aluminio y radiadores de cobre-bronce.
En el caso de las botellas de plástico, antes de enviarlas a los centros de acopio es importante retirar la tapa, lavarlas y aplanarlas.
No se recicla cobre telefónico, tapas de alcantarilla, medidores de agua y señalética. Todos esos objetos pertenecen a las ciudades.
Frase: “Me siento mal cuando las personas botan la basura en la calle o en la playa. Creo que podemos hacer mucho más por nuestro planeta”. Britany Cárdenas. Estudiante