Espositivo para los intereses del Ecuador, que son los que deben primar y no la hiperideologización imperante, participar en los foros internacionales que se abran. Por ello aplaudo la creación de la Celac, que permite aunar los esfuerzos de los países de América Latina y del Caribe que tienen, a pesar de su heterogeneidad, similares objetivos, y también la participación del Ecuador en ella.
Fue necesario subir a un pequeño y casi inaccesible pueblo en los Alpes suizos a fin de que las élites más poderosas del planeta se reúnan, sin ser interrumpidas, para discutir los problemas mundiales. Este ritual, que ya se lleva a cabo por décimo primera ocasión, congrega a jefes de Estado, ministros, directores de organizaciones financieras internacionales, responsables de las transnacionales más poderosas y uno que otro representante de la academia y la cultura que ofrezca garantías de no ser incómodo.
Resulta inimaginable que un país suscriptor de la Carta de Naciones Unidas, que debe su existencia precisamente a una resolución de la organización universal, decida por ley oponerse al funcionamiento de organizaciones ciudadanas que promueven la paz regional y mundial –razón de ser de la ONU- en su país con el pretexto de conocer las fuentes de su financiamiento. Pues ese país es Israel.
No es una simple expresión diplomática: nuestras relaciones con los vecinos Colombia y Perú pasan por un muy buen momento. Desde hace ya varios años, con las inevitables desavenencias coyunturales resultantes de esa vecindad, Ecuador ha normalizado su vinculación con sus vecinos y ha ido encontrando fórmulas de avenimiento a obstáculos que se han ido presentando. La semana pasada ha sido una muestra de ello cuando se han celebrado sucesivamente los denominados Gabinetes Binacionales con muy buenos resultados. En el primero, con Colombia en Cali el 15 de diciembre, los presidentes Correa y Santos, con sus ministros y altos funcionarios, dieron un fuerte impulso a los proyectos de infraestructura, comercio, conectividad y seguridad emprendidos por ambos países. Colombia ofreció formalmente el apoyo para que el Ecuador suscriba el TLC con la Unión Europea. El segundo, con Perú, que es más antiguo pues lleva nueve ediciones, se realizó el 18 de diciembre en Jaén. El encuentro tuvo la misma
Soy de los convencidos de la utilidad de un organismo suramericano que como bloque enfrente los desafíos del mundo en que vivimos. Para eso fue creada la Unasur. Esta organización, que entró en vigencia hace solamente cinco años y a la que se le pide éxitos en tan escaso tiempo y en todos los campos, ha alcanzado ya excelentes resultados en el campo de la seguridad y la paz intrarregional.
Lavíspera del horroroso y condenable ataque terrorista en París, que se cobró 130 vidas inocentes, se produjeron otros ataques terroristas igualmente horrorosos y condenables. Uno en Beirut, que causó 43 fallecidos; otro en Bagdad, que provocó 19 muertos –¡qué trágica paradoja!- durante un funeral, y cinco días más tarde, un tercero igualmente ruin y cobarde, esta vez en Bamako, la capital de Malí, que ocasionó 27 muertos. Todos estos hechos han sido reivindicados por el movimiento terrorista Daesh (denominación correcta y que es la que debe utilizarse. El autoproclamado “Estado Islámico” no es tal y a través de ese título pretende legitimarse internacionalmente como si lo fuera sin tener ninguna de las condiciones para ser un Estado) en su perversa e implacable lucha contra lo que se llama Occidente y, en general, contra los denominados infieles, todos los que profesan una fe que no sea el Islam.
Por la vertiginosa sucesión de acontecimientos y por el maniqueísmo que caracteriza al Ecuador político de hoy, considero que la buena noticia de que nuestro país ha dejado de estar en la lista gris del Grupo de Acción Financiera (GAFI), a partir del 20 de octubre último, ha pasado desapercibida entre la opinión pública e insuficientemente valorada.
Hay en Guayaquil un personaje que lleva un ilustre apellido inglés de relevante trascendencia en la independencia del Ecuador, cuya obsesión por el regionalismo le lleva a extremos inauditos. Este caballero, que es libre de pensar lo que le plazca a pesar del daño que hace a la unidad nacional, tiene una columna en uno de los mayores diarios nacionales desde la cual no hace sino destilar odio entre regiones. En su última, del 29 de octubre pasado, se refiere a los “guambras” que rodean al presidente Correa a quienes califica como la kriptonita verde que se supone neutraliza la política y la acción económica del Gobierno y les responsabiliza de la crisis y de las supuestas diferencias regionales.
Occidente no sabe cómo ni puede desenredar el enredo que él mismo creó. La violenta intervención unilateral e injustificada que Bush Jr., con algunos acólitos, desplegó en Iraq no dio solamente el puntillazo final a la alicaída ONU que no dio su consentimiento para tal acción, la famosa e inaceptable doctrina de la “guerra preventiva”, sino que alentó el desequilibrio político de una región altamente sensible y poco consolidada. Creyó que había y triunfado y el tiempo ha demostrado que fue todo lo contrario.
Los jefes de Estado están para tomar las grandes decisiones, para fijar los grandes ejes de las políticas en beneficio del pueblo que democráticamente los eligió. No deben alejarse de ese mandato que es sagrado. El presidente Correa, en el Ecuador, no es una excepción.
Escribo esta columna vísperas del encuentro en Quito de los presidentes de Colombia y de Venezuela para buscar una salida a la situación que viven sus países no solamente en el contexto fronterizo sino binacional.
Trataré otro tema en esta nota pero mis primeras palabras no pueden ser sino de solidaridad con el periodista Martín Pallares.