Cuando, hace un año se produjo el criminal ataque terrorista a Charlie Hebdo, en represalia por la publicación de caricaturas que algunos fanáticos islamistas consideraron una blasfemia, el mundo académico y político volvió a reflexionar sobre la libertad de información, los principios que la sustentan y la práctica de la tolerancia. Se especuló sobre la autocensura, ese estado en el que “las palabras empiezan a temblar”, ese silencio inducido por el temor que conduce a la lenta agonía de la realidad, opacada por la tiranía de la verdad oficial.
Los fallos que dicta la Superintendencia de Comunicación (Supercom) están creando precedentes que preocupan . Por un lado, está la manera en la que la autoridad de control aplica la Ley de Comunicación. Por otro, la forma en la que la sociedad ecuatoriana asimila esos fallos.