No es humano que a una mujer la mantengan raptada durante 14 horas en la cajuela de su vehículo mientras los delincuentes practicaban otros secuestros. Lo más grave para Maricela Flores, de 33 años, fue la pérdida de sus gemelos en la semana 14 de gestación.
Este no es un tema político, es una preocupación latente en la sociedad desde hace una década por lo menos. Los resultados no se sienten, más allá de las capturas de bandas del crimen organizado (siempre me he preguntado cuál será el crimen desorganizado).
El lugar común sirve para ubicarnos en el nivel de violencia que ha alcanzado la sociedad y la escasa fuerza de reacción que surge solamente cuando la indignación coyuntural alcanza un nivel elevado.
Todas las semanas se conocen decenas de casos de secuestros, asaltos y violencia. La vida vale muy poco; por un teléfono celular o por cualquier aparato electrónico los delincuentes matan.
Esto en el caso de las bandas locales, porque también llegan de otros países para organizar sofisticadas redes delincuenciales, incluida una supuesta inteligencia armada que estudia los sitios donde va a operar.
Cuando veo a un Congreso experto en inteligencia para captar votos y maniobrar resoluciones, pienso que los legisladores pierden su tiempo. A la ciudadanía (no hablo de pueblo porque es un término tremendamente manoseado por los políticos) le importa un rábano una u otra ley, lo que quiere y demanda es seguridad.
Si señores diputados, seguridad para trabajar, para salir de paseo, visitar a un familiar, acudir a una gestión comercial o bancaria sin que nadie lo esté acosando.
Hay que admitir que se han intentado algunas acciones, como enviar a los militares a las calles, pero con escasos resultados y con muchas críticas sobre el verdadero papel de las Fuerzas Armadas en la sociedad.
Y no es cuestión de culpar a la prensa por informar lo que sucede en el país, especialmente en Manta, donde la violencia ha llegado a un nivel crónico y parece fuera de control. Manta se unió en las calles hace una semana para decir basta a la delincuencia.
Ese clamor popular debe ser escuchado por el poder político. La oposición no debe exagerar en su evaluación sobre la responsabilidad gubernamental en este fenómeno social y las autoridades no tienen que ignorar la realidad.
Ningún político calmará el dolor de Maricela Flores y de su esposo tras la pérdida de sus dos criaturas en pleno estado de desarrollo dentro de su vientre. Como Maricela hay muchos casos de familias desgarradas por el estado actual de violencia. Sería muy grave que la campaña electoral que se viene con fuerza contribuya a borrar de la memoria la situación de las familias que han sufrido por el ataque delictivo. La indolencia puede matar a la sociedad.