Los promotores de las recientes protestas le han mandado una carta al papa Francisco, que dice: “Santo Padre, lo saludamos con respeto y aprecio a nombre del pueblo del Ecuador, de los obreros, campesinos, artesanos, empleados públicos y privados, trabajadores en general, indígenas, afroecuatorianos, montubios, jóvenes, jubilados, amas de casa, desempleados, pequeños comerciantes, trabajadores autónomos y profesionales, maestros y estudiantes, las organizaciones laborales y sociales, las de jubilados, colectivos de mujeres, defensores del ambiente y los derechos humanos, pequeños y medianos agricultores, empresarios, consumidores y ex combatientes; en suma, de todas las personas que hacemos nuestra patria”.
Le dan la bienvenida y le dicen que nuestro pueblo lo aprecia no solamente por su alta investidura y porque es el primer latinoamericano que ha llegado a tan alta dignidad, sino también por la actitud abierta que ha adoptado desde que fue elegido pontífice. Le agradecen por haber elegido como destino de una de sus primeras visitas al Ecuador, un país donde “el catolicismo ha tenido un papel histórico de primera magnitud. Aquí ha habido pastores y seglares que dedicaron su vida al servicio del pueblo y a la causa de su liberación, denunciando y condenando el colonialismo, la explotación y la injusticia que se instauraron en nombre de la religión cristiana”.
Añaden luego: “Abrigamos la esperanza de que su presencia sea un motivo para que cesen los abusos que se cometen desde el poder, que se pare la criminalización de la protesta social, que se deje de perseguir a los dirigentes y miembros de las organizaciones sociales que reclaman sus derechos, que se respete la libertad de conciencia, que se detengan el autoritarismo, la corrupción y la impunidad, que se cumplan con los postulados de justicia y no se entregue al país en manos del capital extranjero y los grupos económicos más poderosos”.
Le expresan temor porque la visita papal sea utilizada por el régimen para capitalizar una opinión pública que le es cada vez más adversa, para justificar los atropellos y para tratar de mantener una imagen internacional “totalmente opuesta a la realidad interna de arbitrariedad y negación de los derechos más elementales. El doble discurso que se ha mantenido por años con una multimillonaria campaña de imagen no puede ser reforzado ni avalado por la presencia de Su Santidad, que conocemos tiene una actitud de cero tolerancia al abuso y a la corrupción”.
Y concluyen: “Bienvenido Santo Padre. Su visita nos trae alegría y esperanza a quienes luchamos por un futuro de paz y justicia para el Ecuador y toda América Latina, nuestra gran patria común”.
Los “protestones” y “amargados” no recibirán al papa Francisco como “tirapiedras” o “promotores de la violencia”, sino como devotos admiradores.