Tiempo de Navidades. Tiempo de regalos. Junto al vértigo, espacios para abrazar y entregar presentes… Pensando en el país, resulta complejo escogerle un regalo digno. Optamos por regalarle democracia. De la buena… La que tenemos se la ve frágil, mustia, acomplejada. Corre el riesgo de provocar una estampida hacia la desconfianza y las soluciones autoritarias, mesiánicas, fanáticas.
Una amenaza central es la corrupción-impunidad instalada en altas esferas. Asaltan el poder. Pervierten las instituciones. Desestiman las ilusiones de los votantes y los manipulan por intereses mezquinos. Leyes y protocolos son evadidos con impudicia. Abortan políticas y presupuestos.
En los últimos años la presencia perturbadora del narco complica el escenario democrático. Las mafias revientan la representación de los pueblos y los procesos de participación. Atentan contra la estabilidad y los planes de desarrollo. No son solo un problema se seguridad sino un apremio político, social, cultural.
Otro peligro refiere al sentido de ser oposición y procesar diferencias. La del país es total, busca aniquilar al rival con cualquier pretexto. Quiebra todo intento de contar con prioridades nacionales. La Asamblea -con rechazo mayor al 90%- se ha vuelto su nido, colmado de mediocridad y juego sucio. El circo populista no responde con leyes frescas ni fiscaliza con argumentos… El grito “que se vayan todos” sigue vigente.
Los vicios de la democracia nos competen a todos, pero tienen un responsable vital: la clase política. La que vuela cada vez más alto y más lejos. La que prescinde de ciudadanos y juega su propio partido antihistórico. La que guiña el ojo a narcos y corruptos.
Nuestro regalo navideño busca al menos una democracia sana. Con mínimas reglas comunes, instituciones serias, respeto a la participación ciudadana, 2 o 3 líneas de acuerdo nacional. Sueña con mejores días para la sociedad civil, su organización, su unidad, su lucha contra esta clase política en descomposición… Paz en Navidad.