No voy a comentar acerca de esa emocionante película de los años setenta con Al Pacino, ni de la campaña que pasó a la historia como una de las más sui géneris de nuestra democracia. Tampoco sobre una tarde fatal para la Selección Nacional que comprometió seriamente su anhelo de asistir al Mundial de Rusia. Entonces hablemos de lo que ocurrió en un entorno repleto de beligerancia, en el cual se observó lo más vil del hombre.
No solo fue una tarde de perros para uno de los candidatos que hasta la semana pasada disputaba la posibilidad de ser electo Presidente de la República, fue también para su hijo y su esposa. Fue una tarde de perros para la mamá del escritor Juan Esteban Guarderas cuando recibió un ramo de flores con la foto escaneada de su hijo con la leyenda: “A nadie le importa quién eres ni lo que haces. Deberías evitar que las próximas (flores) que te dejen sean en el camposanto”. Yo sé quién es Juan Esteban; un socialdemócrata que ha escrito libros, estudió en Europa y ama lo que muchos desprecian: la libertad.
Tal vez con la adrenalina elevada tras el susto de su madre, Guarderas publicó la fotografía del ramo de flores (unas rosas un tanto marchitas con unas ramas verdes) y escribió: “La amenaza llegó hoy al domicilio de mi mamá. No he hecho nada ilegal, solo intentar defender mis derechos”. Juan Esteban inició hace pocos días una demanda contra el Presidente porque lo bloqueó en Twitter y eso, según el demandante, vulnera su derecho al acceso a la información.
¿Quién no se muere de miedo al recibir un ramo de flores en su casa, teniendo en cuenta que quienes amenazan conocen donde vives o donde trabajas? Además, quien recibe las flores es la madre que le dio la vida, la que ama a su hijo sin condiciones. La nefasta campaña electoral sobrepasó todos los límites de tolerabilidad. ¿Cómo creen que se sintió la señora María de Lourdes Alcívar cuando una turba enardecida por el odio le lanzaba botellas y palos a su esposo, a su hijo y a ella también? Reconozcamos la rápida acción de la Policía Nacional que protegió a la familia de la muchedumbre que atacaban afuera del estadio.
La sociedad ecuatoriana no es violenta, respeta al prójimo, pero lamentablemente el poder es tóxico, muestra la desnudez de unas mentes retorcidas que se unieron para atacar a escondidas, en medio de la masa para intentar silenciar a quienes piensan distinto. Estos ejemplos, además de la frustrada paliza contra el humorista Carlos Michelena en su teatro del parque El Ejido, jamás los hubiésemos conocido si no existieran las redes sociales o las nuevas plataformas donde se cuentan las historias reales. Ahora quieren silenciar a las redes, el último bastión que se había salvado del control estatal. Los políticos se preocupan por los memes y no por las amenazas de muerte.