Los rostros de mujeres han sido un motivo frecuente y exitoso en el arte mundial. Y en nuestro país hay significativos ejemplos. Uno de los más importantes es el conjunto de más de setenta cuadros entre los que predominan los de mujeres con miradas excepcionales, que Jaime Zapata presenta en la Alianza Francesa.
Mujeres muy jóvenes, de mediana edad y mayores, vestidas formalmente y desnudas; buena parte de ellas posando y otras instantáneas; escenas de la vida cotidiana y de otros momentos; europeas, latinas, rubias y orientales… una gran diversidad. Pero todas con una característica notable: las miradas femeninas directas, penetrantes, profundas.
Los rostros son el centro de la obra artística en la muestra de Zapata, que contiene creaciones de los últimos años. Los desnudos, que no son exuberantes sino mas bien discretos, se caracterizan por las miradas que llaman la atención. Sobre todo, se destacan los retratos excepcionales de mujeres chinas. Pese a que sobre Zapata los críticos de arte han escrito mucho, quienes no lo somos, podemos destacar varios rasgos importantes de su obra.
Zapata es quiteño; en realidad quiteñísimo porque su casa familiar está en el tradicional barrio de San Marcos. Allí creció entre plazuelas y allí ha instalado ahora un centro de arte, al que dedica buena parte de sus esfuerzos. Desde joven vivió en Francia, donde ha hecho su carrera, pero nunca se ha olvidado de sus orígenes. Tiene obras importantes en el Ecuador, entre ellas hay que destacar la de mayor tamaño y no menos importancia que preside la escalinata principal del edificio Espejo de la Universidad Andina Simón Bolívar.
En un lienzo de 8,72 x 3,72 14 metros, Zapata retrata a Eugenio Espejo en medio de una escena de finales del siglo XVIII en que se destacan, además de la figura del prócer quiteño y su círculo íntimo, personajes como clérigos, toreros, soldados, cucuruchos, monaguillos, aristócratas y gentes pobres; desde damas de alta alcurnia hasta sirvientas, desde letrados hasta aguateros. Detrás del conjunto humano está la ciudad de Quito, vista desde un curioso ángulo, con rasgos que existen hasta hoy. En la parte superior aparece una enigmática mujer desnuda rodeada de estrellas, que vuelve más compleja a la escena.
Esta aproximación artística a Eugenio Espejo y su tiempo ofrece una visión de un momento crucial de nuestra historia, cuando la sociedad colonial, al cabo de una crisis, con la acción de los criollos, los indígenas y las “castas”, se preparaba para la insurrección independentista. Al mismo tiempo, la escena presenta rasgos que perviven hasta el presente.
Hasta hoy se puede ver la muestra en la Alianza Francesa. El mural de la Universidad Andina, en cambio, puede visitarse siempre. De ambas maneras se podrá apreciar la calidad de la obra del maestro Zapata.