Debo confesar que al leer el libro “Por qué fui Presidente” de Gustavo Noboa, he sufrido una gran decepción al comprobar su falta de rigor intelectual y metodológico. Pocas veces ha llegado a mis manos un libro con tal cantidad de transcripciones y citas de otros autores. Se trasladan párrafos enteros de publicaciones como las de Francisco Herrera, Carlos Mendoza (triunviro de la dictadura de madrugada), Pedro Saad, entre otros. En un pasaje se transcribe un capítulo íntegro de una obra del insigne historiador Jorge Salvador Lara.
La obra trata de enlazar perspectivas variopintas y nos lleva por un recorrido laberíntico en el que los hechos y personajes aparecen y desaparecen de manera caótica. Se atisba, en todo caso, que el propósito fundamental de la obra es convencer al lector de que su autor no fue parte del manejo de la crisis económica de 1998 ni del golpe de Estado que derrocó a Mahuad. Vienen a la mente, de forma inevitable, Mizaru, Kikazaru, Iwazaru, los tres monos sabios de la famosa escultura de Nikko, Japón, que representan el «no ver el Mal, no escuchar el Mal y no decir el Mal».
Noboa insiste en su tesis sobre las intenciones dictatoriales de Mahuad. Difícil imaginar que un Presidente afectado por su baja popularidad y rodeado de un mando militar ávido de tomarse el poder pudiera declararse dictador. Llama la atención, además, su explicación sobre la salida del Ministro de Defensa, José Gallardo. Hasta ahora, se pensaba que la separación del ex Ministro fue el resultado de la presión que ejercieron los generales Carlos Mendoza y Telmo Sandoval sobre Mahuad. Los golpistas conocían el recio carácter de Gallardo, su liderazgo y su apego irrestricto a la democracia. Habría sido muy difícil perpetrar un golpe de Estado con Gallardo de Ministro.
Resulta ahora que Gallardo fue separado del Gabinete por razones bastante más triviales. Noboa afirma (algo inédito) que fue él quien pidió la salida del Ministro de Defensa. La razón: “caía mal a las tropas” por vestir uniforme militar. Cuesta trabajo imaginar que un ministro sea separado por unas vestimentas antipáticas. Esto, sin considerar que los militares retirados pueden vestir uniforme.
En “Porqué fui Presidente” no existe un aporte intelectual ni histórico. El zigzagueante recuento de los hechos profundiza la confusión que existe alrededor de un doloroso trance de nuestra historia. Muchos políticos siguen obteniendo réditos de esta confusión y pocos se atreven a admitir que la crisis fue estructural. Con esto, insisto, no pretendo exculpar al gobierno de Mahuad de posibles errores en el manejo de la crisis política y económica. Sigo pensando, en todo caso, que Mahuad perdió la voluntad del poder y que debió renunciar a favor de un gobierno de concertación nacional.