Hace años, siendo Obispo de Riobamba, tuve que sufrir una demanda, junto a otras personas que, de forma ecológica, nos oponíamos a la reforestación de algunos páramos de Chimborazo y a la destrucción de ese milagro de la naturaleza que garantiza el agua a la tierra, al ganado y a las comunidades.
He rememorado aquel episodio en un fecundo diálogo sobre ecología integral. Preocupados por ello, hemos intentado confrontarnos con la exhortación apostólica “Querida Amazonía” del Papa Francisco. Lejos de extremismo estériles, el Papa plantea la ecología desde una perspectiva humanista: el hombre es el que mira, valora, conserva y promueve un mundo más habitable.
La exhortación, lejos de cerrar puertas o de lanzarse al vacío, intenta promover un cambio de conciencia colectiva que va más allá del espacio amazónico. Lo que pasa en la Amazonía afecta al mundo entero y lo que ocurre en el mundo (incluidos los intereses de las grandes corporaciones economicistas) toca el corazón de un territorio que, poco a poco, se está destruyendo. Poco importa que, junto con la cuenca del Congo, sea el gran pulmón del planeta. Una vez más, importa la rentabilidad, pan para hoy y hambre para mañana. Tampoco importan las consecuencias de un cambio climático destructor. Y menos importa la calidad de vida y la subsistencia de los pueblos originarios. Importa el dinero y el rédito inmediato de aquellos que ponen la codicia a lomos del becerro de oro.
El Papa tiene sus sueños. Y uno de ellos, siempre fundamental, es el social. La explotación inhumana de la Amazonía obliga a los indígenas a abandonar su tierra, su cultura y organización. Adiós identidad personal y comunitaria, convertida en un erial. Si falta el hombre, la familia, la comunidad, … la Amazonía se convierte en un parque botánico irrelevante, en una linda foto para decorar las paredes del cuarto de estar. Sólo el hombre es capaz de humanizar la creación.
Un segundo sueño es el cultural. La exhortación es una llamada a cultivar las raíces de la propia vida y a asumir la sabiduría ancestral, hoy tocadas de muerte por un mundo economicista y tecnológico, encerrado en sí mismo. Sin duda que no todo es maravilloso, pero cualquier intento honesto de subsistencia y organización siempre será encomiable.
Un tercer sueño es el ecológico, esa relación íntima entre la naturaleza y el ser humano. De esa estrecha relación depende la salud del planeta azul, hoy amenazada por los excesos de la explotación y de la comercialización. Frente a ello algo podremos hacer si crecemos en hábitos ecológicos y aprendemos a vivir de otra manera.
Y un cuarto y último sueño es el eclesial. Francisco sueña con una Iglesia Inculturada, que es hoy una exigencia ineludible. No hay una única cultura. Y la fe siempre nos exigirá acercarnos, estar, asumir y expresarnos a caballo de la realidad que nos toque vivir.