La anexión a Rusia de la penÃnsula de Crimea, en 2014, da inicio a una nueva situación de crisis en Europa, con la respuesta de la Unión Europea y Estados Unidos, que amenazan con tomar medidas contra ese paÃs. Ocho años más tarde, en medio de la pandemia del covid-19, la invasión a Ucrania es calificada en Occidente como uno de los mayores crÃmenes de guerra del presente siglo.
La guerra en suelo europeo está tambaleando su arquitectura de seguridad y defensa, y los escenarios para una resolución por la vÃa diplomática son cada vez más complejos. Para Moscú, Ucrania es una zona natural de su expansión, por su viejo temor de tener a la OTAN acampada en sus fronteras, en contra de los compromisos adquiridos por Estados Unidos cuando se desmanteló la Unión Soviética.
La invasión a Ucrania, que tiene un parecido con la invasión ilegal de Irak por parte de Estados Unidos en 2003, abre una nueva y peligrosa era en las relaciones internacionales. Tendrá efectos negativos en la vida polÃtica y en la economÃa del mundo, exacerbados por las sanciones anunciadas por Estados Unidos y la Unión Europea, que es la principal arma de coerción occidental en estos momentos. También es probable que las emergencias ecológicas y sociales pasen a un segundo plano, y que se acelere una escalada de los presupuestos militares, en marcha desde hace algunos años.
Un nuevo sistema-mundo se dibuja después de la pandemia y de la guerra de Ucrania, en el que es incierta la nueva jerarquÃa de las actuales potencias. Habrá nuevos desafÃos y peligros para los ciudadanos, uno de ellos, el inmediato, es el destino de los casi 3 millones de ucranianos desplazados a los paÃses vecinos.
Parece que se dará un conflicto prolongado, que empujará al mundo a una división entre dos campos. Y la paradoja es que los retos del siglo, el calentamiento global, la desigualdad, la violencia, el narco tráfico, exigen, para ser enfrentados, una urgente concertación internacional.