Los trigésimos Juegos Olímpicos fueron la gran distracción mundial durante las últimas dos semanas, pese a la lejanía de las medallas en el caso ecuatoriano. Mientras tanto, durante el mismo lapso, en el Ecuador las noticias, los comentarios, los chismes y hasta los desmentidos giraron alrededor del tortuoso caso de las firmas falsas, con todo lo bueno, lo malo y aun lo chistoso de otro episodio electoral “a la ecuatoriana”.
En Londres, no faltaron los esfuerzos de los deportivos representantes del Ecuador, pero sin responder al anhelo nacional de aplaudir a una figura de alto relieve, en el grado de Jefferson Pérez o de Jorge Delgado. Cuando ya se habían perdido las esperanzas, en medio de la neblina que manso lame al pituco Támesis surgió el gran atleta y nuevo personaje criollo dispuesto a una hazaña grata y sorprendente. Fue cuando se presentó “soy Alex Quiñónez, de Esmeraldas, 23 años y voy a correr la final de los 200 metros planos junto a Usain Bolt y otros seis grandes atletas del mundo”. Un honor que ningún deportista sudamericano había obtenido en los últimos 60 años. Una carrera ante millones de testigos, con la bandera ecuatoriana en el pecho. Fue séptimo pero ya está inscrito para la próxima olimpiada. Su paso rápido a la historia deportiva fue el jueves 9 de agosto, ras.
A propósito de la repercusión olímpica en el Ecuador, es oportuno destacar que la gran jornada -que culmina hoy- ha sido un éxito desde todos los puntos de vista y que Londres y sus directivos merecen un voto de aplauso por la extraordinaria organización de todos los eventos. Desde el punto de vista deportivo, realmente los espectadores -y los televidentes- gozaron de eventos espectaculares y vieron en acción a deportistas bien preparados y de altísima calidad. Río de Janeiro, en el 2016, será el próximo escenario y ya se está preparando para esa responsabilidad.
Luego, el tema de las firmas falsas reapareció en el Ecuador electoral, campañero y reelectivo. La denuncia fue presentada nada menos que por el Gran Jefe, acusando de tramposos a todos y salvando a su Alianza, hasta que apareció don Dominguero Paredes y dio otra versión, bastante diferente, en medio de las iras que sabemos. El problema había comenzado cuando el Consejo Electoral aumentó en un 50% el número de firmas necesarias para legalizar a partidos y movimientos. Es decir 150 mil, pocas para quienes tienen el poder en sus manos y muchas para los principiantes, entre ellos Fabricio y Mauricio.
Mientras tanto, sigue la carrera electoral. El Jefe no para un día en pos de barrer en la primera vuelta y el Dominguuero sigue con la investigación sobre las firmas falsas, con la sospecha de que se han comprado hasta colecciones autógrafas y se han cambiado los nombres de muy importantes afiliados a partidos y movimientos, mientras el público va llegando a la conclusión de que es más grato dedicar la atención a los atletas que a los politicastros.