El apoyo a Vladimir Putín del patriarca Kirill, jefe de la Iglesia Ortodoxa Rusa, en su agresión a Ucrania tiene tras de sí varios siglos de conflicto religioso, que en los últimos años se ha exacerbado.
Por algunos siglos los ortodoxos de Ucrania estuvieron bajo la jurisdicción del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, pero en 1686 pasaron a depender del patriarca de Moscú. Así se mantuvieron, aunque siempre hubo una tendencia a buscar la “autocefalía”, como se llama a la independencia en términos eclesiásticos. Lo lograron durante un breve período en la primera mitad del siglo XX. Tras la disolución de la Unión Soviética en los años 90, reactivaron la demanda de formar una iglesia nacional.
De ese modo, por un lado, se mantuvo la Iglesia Ortodoxa Ucraniana del Patriarcado de Moscú, bajo la juridicción de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Y, por otro, en 2018, se constituyó la Iglesia Ortodoxa de Ucrania, apoyada por el gobierno de ese país, y se nombró al patriarca Epifanio como primado en Kiev. En 2019, el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé, reconoció la autocefalía del Patriarcado de Kiev. Eso precipitó una división de los ortodoxos en en el mundo, porque los rusos no aceptaron la decisión, en tanto que los de la mayoría de otros países reconocieron a la iglesia nacional ucraniana.
En Ucrania, donde 8 de cada 10 adultos (78%) se identifica como ortodoxo y tiene la tercera población ortodoxa más grande del mundo (por detrás de Rusia y Etiopía), se enfrentaron dos iglesias: la que continuaba dependiendo de Moscú y la “autocéfala” nacional con sede en Kiev. Vino la invasión y las cosas se complicaron. Muchos fieles y jerarcas del lado ruso, han desertado ante la actitud de Kirill, que no ha defendido a los fieles que tenía en Ucrania y ha bendecido en público a las tropas invasoras.
Después de la agresión, la relación entre Ucrania y Rusia ya no será la misma de antes, como tampoco lo será la identificación de los ortodoxos ucranianos con el Patriarcado de Moscú.